
La perseguimos en logros.
En dinero.
En reconocimiento.
Y aun así, muchos corazones siguen vacíos.
Desde un lugar donde pocos esperan escuchar hablar de fe, surge una verdad poderosa.
Arthur Brooks, profesor y científico social, se hizo una pregunta simple pero profunda:
¿Qué hace realmente feliz al ser humano?
La respuesta no fue fama.
No fue poder.
No fue éxito.
Fue algo que Dios ha dicho desde el principio.
La felicidad verdadera se sostiene en cuatro pilares:
fe, familia, amistad y un propósito que sirva a otros.
Nada material.
Nada superficial.
Todo eterno.
Brooks lo dice con claridad:
cuando el ser humano deja de vivir solo para sí mismo y se conecta con algo más grande, el corazón encuentra descanso.
Y para nosotros, ese “algo más grande” tiene nombre: Dios.
Él mismo confiesa que ora no por costumbre, sino por necesidad.
Porque entiende que fuimos creados para depender del Padre.
Para amar.
Para servir.
Para vivir con propósito.
En sus mensajes, recuerda algo que Jesús enseñó hace siglos:
amen incluso cuando no es fácil.
oren.
salgan del ego.
vivan una fe visible, sincera y viva.
La ciencia puede estudiar la mente.
Pero solo Dios sana el alma.
Y hoy, incluso desde la academia, se vuelve a confirmar una verdad eterna:
sin fe, la felicidad se queda incompleta.
Tal vez no es casualidad que estés leyendo esto.
Quizá Dios te está recordando que la plenitud no se busca afuera, sino en Él.
Porque cuando Dios ocupa el centro, todo lo demás encuentra su lugar.
De la red...
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