En este blog compartiré mi música, poemas, reflexiones,y artículos de contenido histórico. También compartiré trabajos de quienes han sido mis maestros, y todo lo que me apasiona en el mundo de la historia, la espiritualidad y de las artes.
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jueves, 11 de diciembre de 2025
Thomas Midgley Jr. - "El organismo más destructivo de la historia de la Tierra".
martes, 9 de diciembre de 2025
Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros.
domingo, 7 de diciembre de 2025
Isabella Bird
De la red...
Breve descripción de Jesús - Publius Lentutius (Gobernador de Judea)
Hermosa descripción de alguien que lo conoció...
…..¿Cuál era el aspecto de Jesús ?......
Este artículo se publicó en el diario El Comercio de Lima en abril de 1941 ;
Poco antes de que estallara la guerra de 1914, se descubrió en Roma, en la biblioteca de los Padres Lazaristas, un pergamino antiquísimo, cuyo contenido habría arrebatado la sorpresa del mundo, si esto no lo hubiera impedido el estallido de la gran guerra mundial.
Hasta hoy la autoridad histórica de este documento ha quedado intacta. En él posee el mundo un testimonio auténtico de inmenso valor histórico sobre Jesús, su figura y personalidad exterior.
Se trata de una carta escrita por Publius Lentutius, antecesor de Poncio Pilato, en su calidad de Gobernador de Judea, carta dirigida al Emperador Romano, y que trata de Jesucristo.
El documento está escrito en latín y data del tiempo en que apareció Jesucristo como predicador del pueblo.
A continuación damos la traducción de este documento al castellano:
El Gobernador de Judea, Publius Lentutius, al Emperador Romano.
Supe,!
Oh Cesar! Que tu deseas saber algo respecto al hombre virtuoso que se
llama Jesucristo y a quien el pueblo considera como profeta y como Dios y
de quien dicen sus discípulos que es el Hijo de Dios, Creador del cielo
y de la tierra.
En realidad, ¡Oh, Cesar! Se oyen
diariamente cosas maravillosas. Por decirlo brevemente, él hace
resucitar a los muertos y sana a los enfermos es hombre de mediana
estatura de un aspecto benigno, de grandísima dignidad, lo cual se
manifiesta en su rostro, de una manera que, al considerarlo, uno
infaliblemente siente la necesidad de amarlo y temerlo.
Su
pelo largo hasta las orejas tiene el color de nueces maduras y desde
allí cayendo sobre las espaldas es de un color brillante y dorado. En la
mitad de la cabeza está dividido según usan los nazarenos. La frente
lis y la cara sin arrugas, ni manchas. La barba, igual al pelo de la
cabeza, en color, esta crespa y, sin ser larga se divide en el medio. La
mirada seria posee la virtud de un rayo solar. Nadie le puede mirar
fijo en los ojos.
Cuando habla amonestando inspira
temor, pero apenas acaba de reprender esta como llorando. A pesar de ser
severo, está muy afable y amable. Se dice que nadie le ha visto reír,
pero si llorar. Todos encuentran su conversación afable y agradable.
Pocas veces aparece en público, y cuando aparece se le ve muy modesto.
Él tiene una presentación muy noble. Él es hermoso. Por lo demás, su
madre es la mujer más hermosa que jamás se ha visto en estas regiones.
¡Oh,
Cesar! Si tu deseas verlo como me has escrito una vez, hazme saberlo y
te lo enviaré enseguida. El no hizo nunca estudios; no obstante, él sabe
todas las ciencias. El anda descalzo y con la cabeza descubierta.
Muchos al verlo de lejos se ríen; pero apenas se acercan tiemblan y lo
admiran. Dicen que jamás se ha visto en estas tierras un hombre como El.
Los
hebreos aseguran que jamás se ha oído una doctrina como la suya. Muchos
dicen que Él es Dios; otros que él es enemigo de Cesar.
Los
malos hebreos le molestan mucho. Pero de Jesús se dice que nunca ha
dejado descontento a alguno; más bien su intento es de dejar contentos a
todos.
En todo caso, ¡Oh, Cesar!, yo cumpliré cualquier orden que tú me mandes respecto a Él.
En Jerusalén, indico (sic) 7 del undécimo mes.
Publius Lentutios.
Gobernador de Judea
De la red...
jueves, 4 de diciembre de 2025
Jesús y la mujer adúltera
miércoles, 3 de diciembre de 2025
La misericordia triunfa sobre el juicio
domingo, 30 de noviembre de 2025
Marie Elizabeth Zakrzewska y el primer servicio de ambulancias urbanas modernas.
Nadie en Nueva York olvidó jamás aquella tarde de 1869. Una mujer cruzó la Quinta Avenida corriendo, con su falda recogida y un bolso de cuero apretado contra el pecho. Se llamaba Marie Elizabeth Zakrzewska, tenía 43 años, y mientras la multitud se apartaba para dejarla pasar, todos pensaban lo mismo:
“¿Qué puede hacer una mujer ahí?”
En el suelo, un hombre yacía sin moverse. Un carruaje lo había atropellado. La gente miraba. Comentaba. Señalaba. Pero nadie sabía qué hacer.
Hasta que Marie se arrodilló.
—Háganse a un lado —ordenó, sin elevar la voz.
—¿Señora, está usted loca? —dijo un policía—. No tiene por qué intervenir.
—Si no intervengo yo, él muere —respondió ella, sin pestañear.
Mientras otros dudaban, Marie actuó. Tomó su pulso. Abrió su camisa. Revisó su respiración. Dio indicaciones claras:
—Necesito un carruaje vacío. Y una manta.
Varias personas corrieron a buscar lo que pedía. Marie colocó al hombre con sumo cuidado.
—No lo muevan así —dijo, sujetando el cuello del herido—. Podemos dañarle la columna.
El policía la miraba, confundido.
—¿Quién es usted?
Marie alzó los ojos.
—La mujer que está haciendo lo que usted debería hacer.
Aquel episodio no la dejó tranquila. Esa noche, mientras escribía en su pequeño despacho, no podía borrar la imagen del hombre desvanecido en plena calle.
“Qué barbaridad”, pensó. “Una ciudad con miles de habitantes… y nadie sabe ayudar”.
Marie no era una mujer común. Era doctora. Alemana. Y una pionera que ya había luchado mil batallas para ser tomada en serio. Sabía que en Nueva York la mayoría de los accidentes terminaban en tragedia porque nadie llegaba a tiempo… o porque llegaban, pero sin conocimientos.
“Hay que hacer algo”.
Y esa idea no la soltó.
Dos semanas después, reunió a dos médicos y una enfermera en un pequeño salón del East Side.
—Necesitamos un cuerpo de respuesta rápida —explicó—. Personas entrenadas. Carros adaptados. Material básico. Algo que pueda llegar a cualquier punto de la ciudad en minutos.
Los médicos se miraron.
—¿Una especie de… brigada médica móvil?
—Exacto.
Hubo dudas, críticas, risas.
—Marie, eso sería imposible de financiar.
—Marie, la ciudad no autorizaría algo así.
—Marie, nadie confiará en un sistema inventado por una mujer.
Ella apoyó ambas manos sobre la mesa.
—Pues si la ciudad no lo autoriza, lo empezaremos nosotros. Los que se unan, trabajarán gratis hasta que demostremos que sirve.
Hubo silencio.
Y uno a uno… los tres dijeron:
—Estoy dentro.
El primer “vehículo de emergencia” no era más que un carruaje reforzado, con una camilla rudimentaria y una caja de madera llena de vendas, alcohol y unas pinzas quirúrgicas.
Marie y su equipo entrenaron días enteros: cómo cargar a un herido, cómo detener una hemorragia, cómo inmovilizar fracturas, cómo actuar en pánico.
Pero lo más difícil no fue el entrenamiento.
Fue la reacción de la gente.
—¡Eh, ahí van los locos de la doctora! —gritaban algunos.
—¿Qué es eso? ¿Un circo? —se burlaban otros.
Marie no respondía.
Ella esperaba los hechos.
Y los hechos llegaron.
El primer aviso ocurrió un sábado. Un niño se había caído desde el segundo piso de una vivienda. La gente gritaba en la calle.
El carruaje de Marie llegó en pocos minutos.
—¡A un lado! —gritó ella bajando del vehículo—. ¡Déjenme verlo!
Mientras la madre sollozaba, Marie examinó al pequeño.
—Respira. Tiene pulso. Podemos salvarlo.
Lo inmovilizó con tablas, dio instrucciones rápidas y lo llevaron al hospital.
Sobrevivió.
Ese día, la ciudad entera cambió de opinión.
Lo que empezó como una “locura sin futuro” se convirtió en el primer servicio de ambulancias urbanas modernas. Nueva York adoptó el sistema. Luego, Boston. Después, el resto del país.
Marie nunca buscó reconocimiento.
Solo buscaba que nadie muriera por ignorancia.
Más tarde, cuando le preguntaron por qué insistió tanto, respondió:
—Porque no soporto ver cómo la gente muere rodeada de espectadores. Todos podemos salvar una vida… si alguien se atreve a empezar.
lunes, 24 de noviembre de 2025
"Soy un soldado" - María Orosa
domingo, 23 de noviembre de 2025
Yo estaba allí - Ruth Coker Burks
"TINAJÓN": UNO DE LOS JUGADORES MÁS GRANDES DEL BALONCESTO PUERTORRIQUEÑO
sábado, 22 de noviembre de 2025
Max Yasgur y Woodstock 1969.
jueves, 20 de noviembre de 2025
El "síndrome de STEPHEN CANDIE".
miércoles, 19 de noviembre de 2025
¿Sabías que las notas musicales nacieron… de un himno religioso?
El HECHO HISTÓRICO MÁS IMPORTANTE del 19 de noviembre de 1493.
lunes, 17 de noviembre de 2025
Stephen Bishop
En 1838, mientras era esclavo, un hombre llamado Stephen Bishop hizo algo tan peligroso que su amo pensó que había perdido la razón; entonces descubrió algo que redefiniría todo lo que sabemos del subsuelo.
Cuando se habla de los grandes exploradores de Estados Unidos, se menciona a Lewis y Clark, a Roosevelt, a los intrépidos pioneros con libertad y recursos.
No se imaginan a un joven esclavo de 17 años, sosteniendo una lámpara de aceite temblorosa en las profundidades de la Cueva Mammoth de Kentucky.
Pero Stephen Bishop estuvo allí primero: cartografiando un mundo jamás visto por el ser humano, expandiendo los límites de la ciencia, todo mientras vivía encadenado.
Nacido alrededor de 1821, Stephen fue vendido en su adolescencia a Franklin Gorin, un abogado que había comprado la Cueva Mammoth como atracción turística. Gorin no compró a Stephen por su brillantez, sino por su trabajo. Para guiar a los visitantes adinerados por los pasadizos seguros y conocidos. Para obedecer. Para repetir los mismos caminos eternamente.
Pero Stephen Bishop no estaba hecho para la obediencia.
La cueva lo llamaba. La oscuridad. El misterio. Los lugares inexplorados, más allá del alcance de cualquier llama.
Así que comenzó a explorar por su cuenta. Cada vez más profundo. Memorizando cada recoveco y cada cámara. Cartografiando lo desconocido con tan solo instinto y valentía.
Entonces llegó al Abismo Sin Fondo: un vasto abismo que engullía toda la luz. El final de todo mapa. El lugar donde todos daban la vuelta.
Todos menos Stephen.
Estudió el vacío. Vio tenues pasadizos al otro lado. Y decidió que la cueva no terminaba allí; simplemente esperaba a alguien lo suficientemente audaz como para continuar.
Así que tomó un retoño de cedro, lo despojó de sus ramas, lo apuntó y lo colocó sobre el abismo.
Un delgado tronco. Sobre una oscuridad que parecía infinita.
Lo cruzó.
Un joven esclavo de 17 años, en equilibrio sobre un precipicio mortal que podría haberlo borrado del mundo para siempre; sin embargo, siguió adelante.
Lo que encontró cambió la ciencia estadounidense.
Enormes cavernas nuevas. Túneles interminables. Ríos subterráneos. Peces ciegos. Criaturas moldeadas por la noche eterna. Stephen Bishop no solo descubrió nuevos pasadizos, sino que duplicó el sistema de cuevas conocido en un solo año.
Memorizó cada detalle del subsuelo y luego lo dibujó de memoria a la luz de una lámpara. Su mapa era tan preciso que los espeleólogos modernos aún confían en sus rutas.
Nombró las cámaras: Avenida Gótica. El Río Estigia. Avenida Cleaveland. Nombres extraídos de la literatura que había aprendido a leer por su cuenta, a pesar de que se le había negado la educación.
La noticia se extendió. Científicos, dignatarios extranjeros, turistas adinerados: todos solicitaban a Stephen como guía. No el dueño de la cueva. No los otros guías.
A él.
Explicó la geología. Describió los animales. Comprendía el flujo del aire, el flujo del agua, la estructura y la escala mejor que cualquier científico capacitado.
Fue reconocido —universalmente— como el mayor experto mundial en la Cueva Mammoth.
Pero seguía siendo propiedad.
No podía votar. No podía ser dueño de la tierra que había cartografiado. Ni siquiera podía reclamar legalmente las monedas que los turistas le daban.
En 1856, tras casi dos décadas bajo tierra, Stephen fue finalmente liberado.
Un año después, murió, probablemente de tuberculosis. Tenía solo 37 años.
Pero su legado perduró en la piedra.
La Cueva Mammoth es conocida hoy como el sistema de cuevas más largo del mundo, con más de 640 kilómetros explorados. Stephen Bishop descubrió y cartografió los cimientos de ese conocimiento. Sus rutas aún guían a los exploradores. Su inscripción —«Stephen Bishop»— está grabada en las paredes por visitantes que reconocieron su genio mucho antes que la historia.
En 2019, más de 160 años después de su muerte, fue incluido en el Salón de la Fama de Escritores de Kentucky por el mapa y los escritos que dejó.
Pero su verdadero honor reside en esto:
Cuando hablamos de exploradores estadounidenses, su nombre debería figurar junto al de Lewis y Clark.
Cuando hablamos de los fundadores de la espeleología, Stephen Bishop debería ser el primero en ser mencionado.
Cuando contamos la historia del genio estadounidense, debemos incluir al genio esclavizado que cruzó un abismo que nadie más se atrevió a cruzar.
Stephen Bishop construyó un puente sobre un abismo sin fondo, literal y metafóricamente.
Le negaron la libertad en la superficie, así que la encontró en las profundidades.
Le dijeron que no podía aprender, así que se educó a sí mismo.
Le dijeron que no podía contribuir, así que expandió el mundo conocido.
Le dijeron que tenía límites, así que cruzó el lugar que mejor los simbolizaba.
En 1838, un adolescente esclavizado por ley se adentró en la oscuridad total y regresó con un mapa de maravillas.
Y el mundo sigue su luz.
De la red...