Aquel que no acepta el sentarse a discutir y confrontar algún reclamo y evade, simplemente sabe en su interior que su acción o inacción no tenía justificación alguna. Seguirá por la vida como la canción de Julio Iglesias, tropezando con la misma piedra hasta que aprenda la lección y decida entonces crecer y afrontar las consecuencias de sus actos, aunque quizás ya sea demasiado tarde. Eso si desea aprender, eso si desea crecer realmente algún día. Por otra parte; aquél que reclama el haberse sentido evadido y defraudado, su deber y acción pertinente al no ser atendido como merece, es seguir su camino y cual apóstol rechazado en un pueblo o ciudad, "sacudirse el polvo de los pies en señal de acusación".
San
Lucas 9,1-6:
Sacudiendo el polvo de mis pies
Sacudiendo el polvo de mis pies
Evangelio: San Lucas 9,1-6
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Y les dijo: "No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación". Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.
Meditación
Jesús convoca a los Doce y los envía a proclamar el Reino de Dios en un contexto de desprendimiento y de pobreza, pero también de firmeza. Me llama la atención, Señor, tu recomendación de sacudir el polvo de los pies ante el rechazo de algunos, y la interpreto como un llamado a la firmeza y a la congruencia, pues sucede que por respeto humano muchas veces callamos, cuando lo que necesitas de nosotros es quizás hasta una protesta abierta y franca. El miedo al rechazo no ha de limitar ni interferir nuestra labor apostólica. No se trata de buscar ser aceptado sino de hacer a los demás partícipes de la Buena Nueva; pero siempre nos encontraremos con la libertad del otro, que acepta o no las propuestas. Cuando esto último sucede no me he de retirar ni avergonzado ni cabizbajo, sino con toda serenidad salir de allí "sacudiendo el polvo de mis pies", y en eso, me dice el Señor, ha de estribar mi protesta. Y al hacerlo, entiendo, Jesús, que dejo atrás todo aquello que me puede causar sinsabor y resentimiento. Cualquier enojo, frustración o desaliento se convierten en polvo que se deja, y otra vez se está listo, ligero y entusiasta para llevar a otros la Buena Nueva.
Reflexión apostólica:
¡Ayudemos a sacudir el polvo de las conciencias laxas!
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Y les dijo: "No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación". Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.
Meditación
Jesús convoca a los Doce y los envía a proclamar el Reino de Dios en un contexto de desprendimiento y de pobreza, pero también de firmeza. Me llama la atención, Señor, tu recomendación de sacudir el polvo de los pies ante el rechazo de algunos, y la interpreto como un llamado a la firmeza y a la congruencia, pues sucede que por respeto humano muchas veces callamos, cuando lo que necesitas de nosotros es quizás hasta una protesta abierta y franca. El miedo al rechazo no ha de limitar ni interferir nuestra labor apostólica. No se trata de buscar ser aceptado sino de hacer a los demás partícipes de la Buena Nueva; pero siempre nos encontraremos con la libertad del otro, que acepta o no las propuestas. Cuando esto último sucede no me he de retirar ni avergonzado ni cabizbajo, sino con toda serenidad salir de allí "sacudiendo el polvo de mis pies", y en eso, me dice el Señor, ha de estribar mi protesta. Y al hacerlo, entiendo, Jesús, que dejo atrás todo aquello que me puede causar sinsabor y resentimiento. Cualquier enojo, frustración o desaliento se convierten en polvo que se deja, y otra vez se está listo, ligero y entusiasta para llevar a otros la Buena Nueva.
Reflexión apostólica:
¡Ayudemos a sacudir el polvo de las conciencias laxas!
Ser sincero y firme en mis relaciones con los demás y conmigo mismo.
Tomado de:http://homiletica.org/legionarios/legionariosdecristoD0391.htm
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