Ante la ambivalencia, no contar con esa persona es una decisión con ciencia. Por lo menos hasta que reconozca la persona que debe tomar su decisión respecto al asunto a tratar, o si fuera constante pues aceptar su condición y decidir trabajarla, buscando ayuda de ser necesario.
Definición de ambivalente
Lo ambivalente existe a partir de la noción de valencia,
que es el atractivo intrínseco o la aversión de una situación o de un
objeto. Lo que genera placer o felicidad tiene valencia positiva,
mientras que aquello que causa dolor o tristeza tiene valencia negativa.
La ambivalencia implica la co-existencia de sentimientos con valencia positiva y valencia negativa. El ejemplo típico de ambivalencia es el amor-odio: “Siento algo ambivalente sobre María: estoy fascinado con ella y creo que la amo pero, a la vez, odio cómo me trata cuando está con sus amigas”, “La situación me genera una ambivalencia, ya que me causa satisfacción y, al mismo tiempo, me produce dolor”.
Hay quienes reconocen distintos niveles de ambivalencia: puede ser específica o temporal (cuando alguien se debate entre comer un plato de fideos o mantener una dieta, por ejemplo), afectiva (los sentimientos encontrados sobre una persona) o intelectual (quien se pronuncia simultáneamente a favor de una proposición y de su contraria).
Un comportamiento ambivalente puede ser asociado a una enfermedad mental como la psicosis, la esquizofrenia o la neurosis obsesiva, aunque también se asocia a ciertos estados aceptados como normales, como es el caso de los celos.
En algunos contextos, se considera que una persona es ambivalente cuando se comunica mediante señales ambiguas, lo que dificulta la relación social: “No entiendo a Ariel: por un lado me dice que me extraña y por el otro no me llama en una semana. Es un chico ambivalente”.
La ambivalencia implica la co-existencia de sentimientos con valencia positiva y valencia negativa. El ejemplo típico de ambivalencia es el amor-odio: “Siento algo ambivalente sobre María: estoy fascinado con ella y creo que la amo pero, a la vez, odio cómo me trata cuando está con sus amigas”, “La situación me genera una ambivalencia, ya que me causa satisfacción y, al mismo tiempo, me produce dolor”.
Hay quienes reconocen distintos niveles de ambivalencia: puede ser específica o temporal (cuando alguien se debate entre comer un plato de fideos o mantener una dieta, por ejemplo), afectiva (los sentimientos encontrados sobre una persona) o intelectual (quien se pronuncia simultáneamente a favor de una proposición y de su contraria).
Un comportamiento ambivalente puede ser asociado a una enfermedad mental como la psicosis, la esquizofrenia o la neurosis obsesiva, aunque también se asocia a ciertos estados aceptados como normales, como es el caso de los celos.
En algunos contextos, se considera que una persona es ambivalente cuando se comunica mediante señales ambiguas, lo que dificulta la relación social: “No entiendo a Ariel: por un lado me dice que me extraña y por el otro no me llama en una semana. Es un chico ambivalente”.
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