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domingo, 19 de agosto de 2012

Dios cuenta los pájaros - Jorge Luis Borges

 
¿Existe Dios? El argumento de Borges: Dios cuenta los pájaros.—
“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 
Profesando ser sabios, se hicieron necios (…)” (Rom, 1:20-25)
El  prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) publica todos los años, en su revista Technology Review, un listado con los diez nuevos avances científicos que tendrán un mayor impacto inmediato.
A veces se tiene la sensación de estar leyendo, más que ciencia, nuevas entregas de Julio Verne. Sin embargo, su aplicación práctica no se hace demorar demasiado en el mercado. En el mismo año en que aparecen publicadas en la Technology, muchas de ellas aparecen ya en catálogos y escaparates y cualquiera puede adquirirlas. 
La velocidad con que van sucediéndose las innovaciones técnicas en todos los campos es vertiginosa. Un niño que hoy tenga cinco años, verá cómo los medios técnicos disponibles a lo largo de su vida habrán evolucionado de manera más profunda que las últimas cinco generaciones de sus predecesores.
Pero esto es sólo la punta del iceberg de lo que está sucediendo en el mundo del conocimiento. Lo verdaderamente sustancial es que la sociedad ha expandido los límites del conocimiento hasta derroteros inimaginables hace apenas cincuenta años, y que dicha expansión continuará produciéndose en el futuro a pasos agigantados.
Ahora bien, la imposibilidad de que alguien –un ser humano concreto y específico- conozca todo lo que ya se sabe es innegable. ¡Es imposible! ¡No hay horas suficientes en toda nuestra vida para leer –y no digamos entonces, para estudiar- tanto como ya está escrito!
Por supuesto, eso no excluye un cierto conocimiento acumulativo o de síntesis, que puede llegarnos a través de la historia de la ciencia o de la filosofía. Pero dado que el ámbito estudiado es mucho mayor que la capacidad de estudio del hombre físico (incluso si optamos por compendiar contribuciones variadas al modo enciclopédico), no cabe otro remedio que reconocer que esa verdad que queremos conocer será siempre esquiva a nuestra curiosidad. Tanto más, paradójicamente, cuanto mayor sea el estado de la ciencia.
Esta contradicción irresoluble nos coloca de frente a la infatigable cuestión de la existencia de Dios. En cierto modo, nos hallamos ante el Argumentum Ornithologicum, un breve ensayo de Jorge Luis Borges, incluido con otros en El Hacedor: El texto íntegro es el siguiente:
“Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos, no sé cuantos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie puede llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.”
Borges, como sabemos, no cree en ningún Dios personal, pero barrunta una “realidad misteriosa”, una idea cuya existencia podría demostrarse en conexión con el número, que es el material básico de las matemáticas que tanto le apasionaban. El Argumentum Ornithologicum es un ensayo engañosamente breve, casi telegráfico. Y digo que es engañoso porque a pesar de su acostumbrada concisión en cuanto al uso de las palabras, oculta una construcción bastante profunda que aflora en su justa medida de inmediato. “Cierro los ojos y veo” es una aparente contradicción en sus propios términos que, si lo pensamos bien, no es tal. Cerrar los ojos es como pensar. Tomar conciencia. Está contraponiendo la realidad física (verdad lógica) con la metafísica (verdad ontológica).
No nos detendremos en mayores honduras, pues lo que nos importa no es una crítica literaria del texto, sino su proposición teórica. Como es obvio, el argumento utilizado por Borges es del tipo: “o es A o es B; si es B, entonces es C; pero como C es inconcebible… ergo es A”. 
Las premisas A y B son dos enunciados contradictorios (una afirma lo que la otra niega), formulados en términos absolutos, es decir, sin posibilidad de incluir otros posibles enunciados sustitutivos (Z, X…), de suerte que (1) sólo caben dos posibilidades, A o B; y (2) que la verdad de uno (A) infiere la falsedad del otro (B) y al contrario. La cuestión esencial para Borges radicaría por tanto en si es posible ontológicamente C: “el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta”. Así, C es definido e indefinido al mismo tiempo, por lo que, en efecto, resulta inasumible en la medida en que nada puede ser ambas cosas simultáneamente. 
Bien. Podemos sustituir equivalencias, de modo que el argumento resultante se expresara de la siguiente manera: “si Dios existe, la realidad total puede ser conocida, porque (dado que el hombre tiene unas insuperables limitaciones físicas e intelectuales, sólo) Dios puede concebir esa totalidad universal; si Dios no existe, la realidad total no puede ser conocida”. Luego…

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