¿Existe Dios? El argumento de Borges: Dios cuenta los pájaros.—
“Pues
habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron
gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido.
Profesando ser sabios, se hicieron necios (…)” (Rom, 1:20-25)
El prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) publica todos los años, en su revista Technology Review, un listado con los diez nuevos avances científicos que tendrán un mayor impacto inmediato.
A
veces se tiene la sensación de estar leyendo, más que ciencia, nuevas
entregas de Julio Verne. Sin embargo, su aplicación práctica no se hace
demorar demasiado en el mercado. En el mismo año en que aparecen
publicadas en la Technology, muchas de ellas aparecen ya en catálogos y escaparates y cualquiera puede adquirirlas.
La
velocidad con que van sucediéndose las innovaciones técnicas en todos
los campos es vertiginosa. Un niño que hoy tenga cinco años, verá cómo
los medios técnicos disponibles a lo largo de su vida habrán
evolucionado de manera más profunda que las últimas cinco generaciones
de sus predecesores.
Pero
esto es sólo la punta del iceberg de lo que está sucediendo en el mundo
del conocimiento. Lo verdaderamente sustancial es que la sociedad ha
expandido los límites del conocimiento hasta derroteros inimaginables
hace apenas cincuenta años, y que dicha expansión continuará
produciéndose en el futuro a pasos agigantados.
Ahora bien, la imposibilidad de que alguien –un ser humano concreto y específico- conozca todo lo que ya se sabe
es innegable. ¡Es imposible! ¡No hay horas suficientes en toda nuestra
vida para leer –y no digamos entonces, para estudiar- tanto como ya está
escrito!
Por
supuesto, eso no excluye un cierto conocimiento acumulativo o de
síntesis, que puede llegarnos a través de la historia de la ciencia o de
la filosofía. Pero dado que el ámbito estudiado es mucho mayor que la
capacidad de estudio del hombre físico (incluso si optamos por
compendiar contribuciones variadas al modo enciclopédico), no cabe otro
remedio que reconocer que esa verdad que queremos conocer será siempre
esquiva a nuestra curiosidad. Tanto más, paradójicamente, cuanto mayor
sea el estado de la ciencia.
Esta contradicción irresoluble nos coloca de frente a la infatigable cuestión de la existencia de Dios. En cierto modo, nos hallamos ante el Argumentum Ornithologicum, un breve ensayo de Jorge Luis Borges, incluido con otros en El Hacedor: El texto íntegro es el siguiente:
“Cierro
los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o
acaso menos, no sé cuantos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su
número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios
existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si
Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie puede llevar la
cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno,
pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros.
Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis,
cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.”
Borges,
como sabemos, no cree en ningún Dios personal, pero barrunta una
“realidad misteriosa”, una idea cuya existencia podría demostrarse en
conexión con el número, que es el material básico de las matemáticas que
tanto le apasionaban. El Argumentum Ornithologicum
es un ensayo engañosamente breve, casi telegráfico. Y digo que es
engañoso porque a pesar de su acostumbrada concisión en cuanto al uso de
las palabras, oculta una construcción bastante profunda que aflora en
su justa medida de inmediato. “Cierro los ojos y veo” es una aparente
contradicción en sus propios términos que, si lo pensamos bien, no es
tal. Cerrar los ojos es como pensar. Tomar conciencia. Está
contraponiendo la realidad física (verdad lógica) con la metafísica
(verdad ontológica).
No
nos detendremos en mayores honduras, pues lo que nos importa no es una
crítica literaria del texto, sino su proposición teórica. Como es obvio,
el argumento utilizado por Borges es del tipo: “o es A o es B; si es B,
entonces es C; pero como C es inconcebible… ergo es A”.
Las
premisas A y B son dos enunciados contradictorios (una afirma lo que la
otra niega), formulados en términos absolutos, es decir, sin posibilidad
de incluir otros posibles enunciados sustitutivos (Z, X…), de suerte
que (1) sólo caben dos posibilidades, A o B; y (2) que la verdad de uno
(A) infiere la falsedad del otro (B) y al contrario. La cuestión
esencial para Borges radicaría por tanto en si es posible
ontológicamente C: “el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la
cuenta”. Así, C es definido e indefinido al mismo tiempo, por lo que,
en efecto, resulta inasumible en la medida en que nada puede ser ambas
cosas simultáneamente.
Bien.
Podemos sustituir equivalencias, de modo que el argumento resultante se
expresara de la siguiente manera: “si Dios existe, la realidad total
puede ser conocida, porque (dado que el hombre tiene unas insuperables
limitaciones físicas e intelectuales, sólo) Dios puede concebir esa
totalidad universal; si Dios no existe, la realidad total no puede ser
conocida”. Luego…
Ensayo de Borges completo aquí: http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/31/TH_31_002_080_0.pdf
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