En 1987, Mike Tyson entró a la barbería.
Era un día cualquiera, hasta que su barbero le preguntó:
—“Mike… ¿qué se siente ser el hombre más temido del planeta?”
Tyson sonrió apenas, miró su reflejo en el espejo y respondió:
“Temido, sí. Pero ¿sabes algo? El miedo también vive en mí.
Antes de cada pelea, antes de cada nocaut, el miedo era mi sombra.
La diferencia es que yo aprendí a usarlo… a dejar que me empujara hacia adelante en lugar de dejar que me detuviera.”
Mientras el barbero pasaba la navaja con calma, Tyson agregó:
“La gente cree que el boxeo es fuerza.
Pero en realidad… es disciplina, paciencia, y la capacidad de mantenerte de pie aun cuando dentro quieras caer.
Eso, hermano, es lo que de verdad me hizo campeón.”
Y ese mensaje no es solo para el ring.
Porque todos peleamos nuestras propias batallas.
No necesitas guantes para sentir miedo:
lo sientes cuando dudas si alcanzarás a pagar la renta,
cuando temes perder un empleo,
cuando no sabes si esa persona que amas se quedará a tu lado,
o cuando estás a punto de arriesgarte por un sueño y la voz en tu cabeza te dice que no eres suficiente.
Tyson entendió que el miedo nunca desaparece, pero puedes entrenarlo.
Puedes usarlo como gasolina para moverte en lugar de excusa para quedarte quieto.
Porque en la vida real, igual que en el ring, el verdadero triunfo no es no tener miedo…
es aprender a pelear con él al lado, y aun así seguir de pie.
De la red...
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