Dicen que quien siembra vientos recoge tempestades, pero nunca es tarde para aprender, arrepentirse y crecer. Dejando los vientos a un lado por una parte, y reconociendo a los hacedores de viento por la otra. Le hablo a ambas partes, tanto al que crea la tormenta como a su víctima, no digo quien la sufre, porque en realidad sufren ambos, solo que uno sufre concientemente y el otro no. Uno en el momento y el otro a la postre.
Durante la tormenta puedes ver ciertos brillos en la lejanía, algún faro que te dice ven. Ese faro tiene nombre: Oración. Ese faro brilla para ambos, pero el hacedor de vientos, cegado en su egoísmo, mentira, pasión, venganza, coraje...prefiere ignorarlo. Pero ahora te hablo a tí, que navegas entre olas embravecidas. En ese mar de la oración, mientras más te sumerges, menos te podrá afectar la tormenta. Cuidado con las rocas o a los acantilados de querer enfrentar al hacedor, déjal@! Que se vaya a soplar a otra parte, tarde o temprano aprenderá, cuando recoja los restos de su cosecha. El mar le dará su factura. En cuanto a tí, busca tu paz, y tras la tormenta, hallarás la calma.
Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Quien siembra vientos recoge tempestades (Anónimo)
Una de las conductas
que más se observan en los vínculos actuales es el no hacerse
responsable de los propios actos y poner la responsabilidad afuera, o
sea, en los demás. El “tú me obligaste a hacerlo” o “soy así por tu
culpa” son, entre otras muchas, frases prehechas que sirven para no
afrontar los propios errores.
Cuando uno se hace
responsable de lo que genera a través de sus actos, puede sentir
confianza y seguridad, y prevenir cualquier tipo de conflicto y, si lo
hubiere, encontrar una solución positiva.
La responsabilidad es
la virtud o disposición habitual de asumir las consecuencias de las
propias decisiones. Está sumamente ligada a la libertad, en tanto y en
cuanto, las personas deben ser libres para ser dueñas de sus actos,
capaces de tomar decisiones y de hacerse cargo de sus implicancias.
Responsable no se nace,
se hace. De los propios comportamientos dependen la concreción de los
grandes proyectos y la construcción de vínculos positivos. La valentía,
para dar cuenta de los propios actos, y la humildad, para admitir el
error y saber pedir perdón, constituyen las otras dos virtudes que
acompañan a la responsabilidad y que deben practicarse continuamente.
Vivir en y con
responsabilidad significa sembrar buenas semillas que proporcionarán
buenas cosechas. De esta manera, se logra dejar de lado la queja. La
persona que se queja pretende cambiar mágicamente las situaciones de las
que no se hace responsable, provocando, así, el rechazo de su entorno.
No le agrada la realidad que ella misma fomenta. Frente al conflicto,
siempre es bueno preguntarse en qué se colaboro para que ello sucediera y
responsabilizarse de la parte que le toca solucionar.
"Si es paz lo que
buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil
calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra" (Anthony de
Mello).
Quien hace puede equivocarse. Quien nada hace ya está equivocado (Anónimo).
Todas las personas,
generalmente, temen a la crítica. Este temor puede llevarla a adoptar
una posición conformista y de resignación ante la vida. El no hacer para
no errar destruye cualquier iniciativa, afecta la imaginación, por
ende, la creatividad y es un ataque contra la autoestima. Muchas veces,
la crítica instala el miedo y el resentimiento, que es otro de los
motivos para no emprender nada.
Varias personas han
sido educadas en la autocrítica, pero no como la capacidad de distinguir
los propios defectos y poder modificarlos, sino como una manera de
desvalorizar los propios logros y siempre en vista de alcanzar la
perfección.
Si la persona se
autoevalúa, se sincera y entiende que del error se aprende podrá aceptar
que ésta es una condición inherente a todo ser humano y que la
autocrítica sólo le debe servir para mejorar día a día.
Que la autocrítica sea
buena o mala dependerá de la actitud propia con que se realiza. Cuando
se efectúa con dureza, incita a bajar los brazos frente a cualquier
empresa. Fingir que todo está bien es aún peor que lastimarse a sí mismo
con una autocrítica negativa. Esta conducta origina experiencias
negativas, una y otra vez, sin dejar enseñanza alguna. Freud lo llamaría
“compulsión a la repetición”.
Al respecto, bien viene
reflexionar íntimamente la Parábola de los Talentos, en Mateo 25,
14-30, donde Jesús expresa claramente que a cada uno le fue concedido
capacidades, cualidades, aptitudes, para cultivar y usar. ¿Qué piensas
hacer con los tuyos?
Dime de qué presumes y te diré de qué careces (Anónimo).
Nuevamente, debemos
hacer referencia a la autoestima de las personas que suponen tener
siempre la razón, integrando la muletilla “porque yo”, repetidas veces,
en su discursos y explicaciones de hechos que ellas mismas protagonizan.
Un “yo” que habla de necesidad de reconocimiento.
La baja autoestima, a
menudo, se manifiesta de forma contraria a lo que se espera. Freud
menciona ciertas características de las personas que ostentan una
autoestima exagerada o inflada que denota, en más de una oportunidad, la
carencia de ella. Son individuos, tanto hombres como mujeres, que
siempre creen saberlo todo y que nadie puede superarlos. Son vanidosos
y, en un caso extremo, adquieren un “narcisismo”, que no sólo comprende
la belleza física, sino, además, lo que piensan y hacen. A estos
ególatras y megalómanos les gusta que los elogien.
Viven escondidos de sí
mismos y jamás se responsabilizan de sus propios errores y culpas. Al no
ser honestos, consigo mismo, sobre quién y qué son, no pueden cambiar
sus comportamientos, lo cual les impide caminar hacia la felicidad.
Jamás podrán amar bien a otro, ya que no saben amarse a sí mismos.
“Amarás a tu prójimo”,
sentenció Jesús imponiendo la condición de “como a ti mismo”. Si uno se
nutre, protege, acepta, crece y prospera, también lo hará con el otro.
Si se evita bucear en las profundidades de lo que realmente se es, sólo
se verá la vida desde un cristal de la disconformidad y el autoengaño.
Aceptarse a uno mismo
como uno es, con sus valores y sus deficiencias, es empezar a aceptar
todo. Es abrirse, aunque se crea vulnerable, a una nueva manera de
defenderse: lo que los demás piensen y digan de uno no nos afectará. Se
dejará de ser un títere de las circunstancias.
Valórate por los que sos y serás reconocido como tal.
"Cuéntale a tu corazón
que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés
uno sólo es lo que es
y anda siempre con lo puesto.
Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.
Y no es prudente ir camuflado
eternamente por ahí
ni por estar junto a ti
ni para ir a ningún lado."
que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés
uno sólo es lo que es
y anda siempre con lo puesto.
Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.
Y no es prudente ir camuflado
eternamente por ahí
ni por estar junto a ti
ni para ir a ningún lado."
Tomado de: https://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=2882
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