La confianza en Dios, la fe, es una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos pueden acogerla. Es como un salto retomado al infinito.
No lo olvides: Dios no se impone nunca como una voluntad amenazadora. Cristo no desea jamas el tormento para nadie. Si para ti el vivir de Dios significara tener miedo de Él, interrógate.
Dios es solo Amor (1 Jn 4,8 y 16). La voluntad de su amor no es como una ley duramente esculpida en tablas de piedra. Por el Espiritu Santo ha sido grabada en lo íntimo del corazón humano (Jr 31,33 y 2 Cor 3,3).
Un día comprendiste que, sin tú saberlo, un sí había sido grabado en lo más profundo de tu ser. Y elegiste avanzar en pos de Cristo.
En silencio, en presencia de Cristo, has comprendido su palabra: “Ven y sígueme (Mc 10, 21), yo te daré donde descansar tu corazón”.
Hete aquí empujado a la audacia de un sí hasta el último aliento.
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