
"No lloren por mí. Organicen."
Pepe Mujica no muere: se multiplica en las manos que resisten, en las voces que se alzan sin odio, en los corazones que todavía creen que la política es para servir, no para servirse.
En un mundo intoxicado de codicia, Mujica fue un antídoto: austero, terco, libre. Nos enseñó que se puede gobernar sin traicionar, que la coherencia no es una rareza, sino una elección diaria.
Hoy, mientras algunos lo lloran, él deja claro su último deseo:
No llores. Organízate.
Haz comunidad. Defiende lo justo. Cuestiona al poder. Comparte el pan. Abraza la lucha.
Porque hay quienes cruzan la última frontera con la cabeza alta…
y nos dejan la suya como brújula.
De la red.
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