Pero ellos nunca se llamaron así. El nombre correcto es Inuit, que significa simplemente la gente. Son los pueblos del Ártico: cazadores, navegantes, constructores de hielo, sabios del silencio blanco.
Muchos los han juzgado por cazar focas. Pocos han entendido que, para los Inuit, esa práctica no es crueldad, sino vida. No es trofeo, sino respeto. En las regiones donde nada crece, el hielo no perdona al ingenuo.
Sus cuerpos han aprendido a resistir el frío más brutal. Su cultura, a narrar el mundo sin necesidad de exceso. Y su corazón… a emocionarse con lo nuevo.
Existe una foto, tomada hace décadas, donde un hombre Inuit escucha música grabada por primera vez. Se ve su rostro: sereno, atento, asombrado.
Y en esa mirada, uno entiende que la humanidad no está en lo que comemos ni en cómo nos vestimos. Está en cómo sentimos.
Créditos: El Ilustrador
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