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domingo, 9 de octubre de 2011

Adictos a la perfección

(me gustó tanto que lo tuve que compartir; sé que muchos lo aprovecharemos)

La búsqueda constante de la perfección puede volverse una adicción que resulta nociva para el individuo.



Dicen que “belleza no es sinónimo de perfección”, algo totalmente cierto. ¿Acaso los dientes no perfectamente alineados de Natasha Kinski impidieron que fuera uno de los rostros más hermosos de la pantalla grande, o la boca de Angelina Jolie o los ojos saltones de Betty Davis a los cuales hasta una canción se dedicó?

 

La realidad es que si bien los estándares de belleza van cambiando con las épocas, los defectos de una persona no tienen porqué restar belleza a su ser. Ni hablar si tomamos en cuenta la belleza interior, que finalmente es lo más importante, porque el físico por más que uno lo cuide, termina por desgastarse y la forma de ser de una persona perdurará a lo largo de toda su vida.

Es un hecho que hoy en día es más fácil ser bonito que antes… Si vemos a las representantes mundiales de la belleza, pocas son las que no han pasado por el bisturí de un prestigiado cirujano plástico. El 90-60-90 hoy en día es más fácil de lograr que antes. La nariz respingada y una boca sensual pueden obtenerse con las distintas técnicas disponibles en la actualidad, ni hablar de los dientes más derechos que el teclado de un piano. Lo único que se requiere es tener el poder adquisitivo para pagar los altos costos que esto implica.

¿Pero, qué pasa cuando no se tiene el dinero suficiente, las ganas, el tiempo, o simplemente si se teme a los efectos colaterales que puedan sobrevenir después de una intervención quirúrgica? Desafortunadamente, algunas personas que buscan la perfección en su físico y saben que están muy lejos de lograrla, van a sentir una terrible inseguridad y baja autoestima.

Además, aunque en algún momento de la vida lleguemos a la tan anhelada perfección (al menos desde nuestra perspectiva), la realidad es que mantenernos ahí resulta prácticamente imposible, ya que será inevitable que la piel se nos arrugue, la grasa se deposite en lugares donde nos estorba y los signos del paso del tiempo se hagan presentes. ¿Entonces que podemos hacer? Si no queremos ser esclavos de nuestro cuerpo en el gimnasio, olvidarnos de lo delicioso que es saborear nuestro postre favorito y pasar gran parte de nuestro tiempo en tratamientos de belleza (la mayoría poco efectivos) o en cuartos de hospital recuperándonos después de una cirugía plástica, hay que dejar a un lado ese ideal de perfección y simplemente disfrutar de la vida. Disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, realizar las actividades que nos gustan y comer, dentro de lo que se considera saludable, lo que nos causa placer y satisfacción.

Lo que si es de suma importancia es tener hábitos que no vayan en contra de nuestra salud. Hacer ejercicio (sin exagerar) todos los días para mantenernos en forma y alejar los infartos y la osteoporosis, ingerir frutas, verduras, cereales integrales y carnes magras que nos van a permitir sentirnos bien y con niveles adecuados de grasas en la sangre y someternos a revisiones médicas periódicas para detectar cualquier trastorno a tiempo, cuando es curable o controlable, es fundamental para tener una vida equilibrada y acercarnos a la tan anhelada “felicidad”.

De esta manera podremos lograr lo más satisfactorio: estar a gusto con nosotros mismos. Una persona que se siente bien en su persona suele ser agradable, carismática y resulta muy atractiva para los demás, digamos que el principal “sex appeal” de una persona es que se sienta bien y segura de sí misma.

Pero la adicción a la perfección no solo atañe el aspecto físico de una persona, se puede buscar ser el más inteligente, el de mejores calificaciones, el que gana más dinero o el que tiene a la pareja más bonita. Nuevamente hay que recordar que “lo perfecto puede ser enemigo de lo bueno”. En la búsqueda por esa perfección podemos dejar de vivir y disfrutar momentos que nunca regresarán. Es válido esforzarse por vivir en una casa agradable, cultivar la inteligencia y tener dinero para poder adquirir lo que deseamos. Pero ¿vale la pena sacrificar momentos inolvidables para trabajar incansablemente a fin de tener la mejor casa del vecindario, el auto más caro (no necesariamente el que se adapte mejor a nuestras necesidades) y vestir las prendas más costosas (no necesariamente las que mejor nos queden) y no ir al partido de futbol de nuestro hijo o acompañar a nuestra hija cuando participa en un concurso de ballet o estar con ellos cuando sienten tristeza porque su mejor amigo se mudó de ciudad?

Nuevamente, al igual que es importante tener un cuerpo sano que nos permita disfrutar de la vida, también es fundamental contar con el dinero suficiente para satisfacer nuestros deseos y vivir como queremos, pero sin exagerar. No se trata de ser mediocre, se trata de tomarnos el tiempo de disfrutar de la vida haciendo nuestro mejor esfuerzo, sin compararnos con el de junto, y vivir cada instante a plenitud, porque el tiempo que transcurre no regresa.

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