La historia de Narciso es una de las más conocidas de la mitología griega.
Según la leyenda, Narciso era un joven de extraordinaria belleza, hijo del dios río Cefiso y la ninfa Liríope. Muchas doncellas se enamoraron de él, pero Narciso las rechazaba a todas con arrogancia y crueldad.
Una de las ninfas despreciadas por Narciso, llamada Eco, quedó tan afligida que su cuerpo se consumió hasta convertirse en una simple voz que repetía las últimas palabras pronunciadas por otros. Némesis, la diosa de la venganza, decidió castigar a Narciso por su soberbia.
Un día, mientras Narciso cazaba en el bosque, se detuvo a beber agua de una fuente cristalina. Al inclinarse, vio su propio reflejo en el agua y quedó prendado de su propia belleza. Creyendo que la imagen reflejada era otra persona, Narciso se enamoró perdidamente de sí mismo. Pasaba horas y horas contemplando su reflejo, sin poder apartar la vista.
Narciso intentó abrazar y besar la imagen reflejada, pero sólo conseguía perturbar el agua y romper el reflejo. Desesperado por no poder alcanzar a su amado, se consumió de amor y tristeza hasta que finalmente murió a orillas de la fuente. En el lugar donde murió, nació una flor amarilla con pétalos blancos alrededor del centro, a la que se le dio el nombre de narciso.
Esta trágica historia de Narciso en la mitología griega se ha convertido en un símbolo del exceso de vanidad y del amor propio desmedido. También representa la imposibilidad de alcanzar un amor inalcanzable y la frustración que ello conlleva.
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