Un granjero vendía mantequilla en un pueblo muy pequeño.
El panadero era uno de sus clientes más fieles. Pero un día este empezó a sospechar que la barra de mantequilla pesaba menos de lo que estaba pagando por la libra.
Así que, decidió pesar la barra de mantequilla en la balanza de su propio negocio y descubrió que sus temores no eran infundados.
Reunió a varios pobladores como testigos y se encaminó a los tribunales para demandar al granjero.
Una vez allí, el juez le preguntó al granjero si usaba una medida para vender las libras de mantequilla.
Con una voz segura y con mucho temple el acusado respondió que al trabajar con instrumentos primitivos, no tenía un mecanismo para pesar su mercancía. Sin embargo, sí tenía un método que usaba como escala.
“Señor juez, mucho antes de que el panadero empezara a comprarme mantequilla, yo le compro una libra de pan todos los días. Él me lo trae temprano por la mañana, lo que hago es ponerlo en una balanza y le doy la misma cantidad de mantequilla por el peso que él me da de pan”.
Todos reclinaron el cuerpo hacia atrás y miraron de forma despectiva al panadero. Este decidió retirar los cargos y nunca más se quejó al respecto del peso de la mantequilla.
Moraleja:
"No hagas a otros, lo que no quieres que te hagan".
(Autor desconocido)
(Autor desconocido)
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