CAÍDA DE CONSTANTINOPLA Y LA IGLESIA ORTODOXA

CAÍDA DE CONSTANTINOPLA Y LA IGLESIA ORTODOXA

El sitio y caída de Constantinopla fue uno de los acontecimientos más importantes de la historia medieval, que marcó el fin del Imperio Bizantino y el inicio de la expansión otomana en Europa. En este artículo, vamos a explicar las causas, el desarrollo y las consecuencias de este episodio histórico.

 

Las causas del sitio y caída de Constantinopla se remontan al siglo XIII, cuando los turcos selyúcidas empezaron a invadir los territorios bizantinos en Asia Menor. Los bizantinos pidieron ayuda a los cruzados occidentales, pero estos aprovecharon la situación para saquear y ocupar Constantinopla en 1204, debilitando aún más al Imperio Bizantino. Los bizantinos lograron recuperar la ciudad en 1261, pero quedaron reducidos a un pequeño estado rodeado de enemigos.

 

Los turcos otomanos, que habían surgido como una nueva potencia musulmana en el siglo XIV, continuaron la presión sobre los bizantinos y conquistaron la mayor parte de sus dominios. En 1451, el sultán otomano Mehmed II decidió asediar Constantinopla, la capital y último bastión del Imperio Bizantino. Mehmed II contaba con un ejército de unos 100.000 hombres, una flota de unos 300 barcos y un poderoso arsenal de cañones y artillería.

 

El emperador bizantino Constantino XI solo disponía de unos 10.000 soldados, entre los que se incluían unos 2.000 mercenarios italianos y algunos voluntarios griegos y occidentales. La defensa de la ciudad se basaba en sus formidables murallas, que habían resistido numerosos ataques a lo largo de los siglos. Sin embargo, las murallas no estaban preparadas para soportar el fuego de los cañones otomanos, que abrieron brechas en varios puntos.

 

El sitio comenzó el 6 de abril de 1453 y duró hasta el 29 de mayo del mismo año. Los otomanos lanzaron varios asaltos contra las murallas, pero fueron rechazados por los defensores con gran valor y sacrificio. Los bizantinos también intentaron romper el bloqueo naval otomano, pero fracasaron en su intento. La situación se hizo cada vez más desesperada para los sitiados, que sufrieron hambre, enfermedades y bajas.

 

El 29 de mayo, Mehmed II ordenó el ataque final contra la ciudad. Los otomanos lograron penetrar por una de las brechas abiertas por los cañones y se abrieron paso hacia el centro de la ciudad. El emperador Constantino XI murió luchando junto a sus hombres en la puerta de San Romano. Los otomanos saquearon e incendiaron la ciudad, matando o capturando a miles de habitantes. La catedral de Santa Sofía fue convertida en mezquita y Mehmed II entró triunfalmente en la ciudad.

 

La caída de Constantinopla tuvo profundas consecuencias históricas, políticas, culturales y religiosas. El Imperio Bizantino, que había durado más de mil años, desapareció definitivamente y dejó un vacío de poder en el sureste de Europa.

 

Las consecuencias fueron enormes para la historia mundial. El Imperio Bizantino desapareció definitivamente y con él una parte importante de la cultura y la tradición greco-romana. Los otomanos consolidaron su dominio sobre Anatolia y los Balcanes y se convirtieron en una amenaza para Europa cristiana durante los siglos siguientes. 

 

La caída de Constantinopla también tuvo un impacto en el desarrollo del Renacimiento, ya que muchos eruditos e intelectuales bizantinos huyeron a Italia y llevaron consigo sus conocimientos y manuscritos del mundo antiguo. 

 

Asimismo, el evento estimuló el interés por explorar nuevas rutas comerciales hacia Asia, lo que condujo la conquista de América a partir de los viajes de Cristóbal Colón en 1492. Dando inicio a la “era de los descubrimientos” y conquistas. También influyó en la historia del cristianismo, ya que supuso el fin definitivo del cisma entre las iglesias católica y ortodoxa, y el inicio de una larga rivalidad entre ambas.

 

¿QUÉ SUCEDIÓ CON LA IGLESIA ORTODOXA DE CONSTANTINOPLA?

 

Luego de la Caída de Constantinopla en 1453, la iglesia ortodoxa, que era la religión oficial del imperio, sufrió las consecuencias de este cambio político y cultural.

 

La primera medida que tomó el sultán Mehmed II, el conquistador de Constantinopla, fue convertir la catedral de Santa Sofía, el símbolo de la ortodoxia, en una mezquita. También impuso un tributo a los cristianos que quisieran mantener su fe y les prohibió construir nuevas iglesias o reparar las existentes. Los monasterios y las escuelas teológicas fueron cerrados o confiscados.

 

El sultán Mehmed II permitió la elección de un nuevo patriarca de Constantinopla, Genadio II, iniciándose la tutela otomana del patriarcado. El patriarca fue reconocido como líder civil de los cristianos ortodoxos griegos del Imperio.

 

El sultán también reconoció la autoridad del patriarca ecuménico de Constantinopla, que era el líder espiritual de la iglesia ortodoxa, y le concedió cierta autonomía para administrar los asuntos internos de su comunidad. El patriarca se convirtió en el representante de los cristianos ante el poder otomano y en el garante de su supervivencia.

 

El Papa ortodoxo aceptó la situación y reconoció al sultán como el nuevo emperador legítimo y sucesor de los bizantinos. La iglesia ortodoxa se convirtió en una institución millet dentro del Imperio Otomano. (Un millet era una comunidad religiosa que tenía sus propias leyes y tribunales internos, pero que debía pagar impuestos y obedecer al sultán).

 

La iglesia ortodoxa tuvo que adaptarse a las nuevas circunstancias y afrontar los desafíos que se le presentaron. Por un lado, tuvo que defender su identidad y su doctrina frente a las presiones del islam y del catolicismo, que intentaron atraer a sus fieles o imponer sus dogmas. Por otro lado, tuvo que mantener la unidad y la comunión entre las distintas iglesias ortodoxas que se encontraban bajo diferentes dominios políticos, como el ruso, el griego o el serbio.

 

La iglesia ortodoxa entró en un periodo de decadencia y aislamiento, mientras que la iglesia católica buscaba la unión con ella mediante diversos concilios y misiones, sin éxito.

 

La Caída de Constantinopla fue un golpe duro para la iglesia ortodoxa, pero no significó su desaparición. Al contrario, la iglesia ortodoxa logró preservar su patrimonio espiritual y cultural, y contribuyó al desarrollo de la civilización cristiana oriental. Hoy en día, el Patriarca Ecuménico tiene su sede en el barrio de Fanar, en Estambul, la antigua Constantinopla, donde se trasladó en 1601.

 

Tomado de: https://www.facebook.com/TodoEstoEsHistoria/posts/pfbid02t4rubW7rssqW5ZWgyZ7QNcmozaZJm4pWEgxi7Hj5mwufFiVxcZpKhtqR74QSse13l