La cita de Pérez arriba también se puede aplicar al árbol de la fe humana. Tanto la naturaleza, el hombre y las cosas del espíritu son eslabones de una cadena visible e invisible, tangible e intangible, en ciertas áreas razonables, en otras inexplicable. El hombre que se alimenta de la fe, debe responder también y comprometerse con la fe, porque la fe sin obra es muerta. El hombre depende de varios alimentos, los naturales, y los espirituales. Cuando el hombre sacia su hambre de ambos, junto a su alimento intelectual, es cuando va en vía de un desarrollo pleno. Debemos recordar la trinidad del hombre: Carne, mente y cuerpo....Intelecto, emoción y espíritu.
La fe es como un arbolito. Aquel que sabe que necesita de Dios, confía su oración a El mientras realiza el ejercicio de sembrarla en su corazón. La oración lleva a la fe y la fe lleva al milagro. Tarde o temprano surge el fruto de ambos naturalmente. Así como el sembrador prepara el terreno para sembrar su semilla, luego la abona, va podando el arbolito, crece el árbol y comienza a dar sus frutos. Dios prepara el terreno del espíritu humano a través de necesidades, circunstancias y problemas para que nosotros, siendo co-creadores con El, oremos y abonemos nuestra fe, la misma que se va desarrollando con el devenir diario y se supone que en su momento comience a dar sus respectivos frutos... es entonces cuando el cambio, el milagro, se vuelve cosa natural, porque el mundo espiritual y carnal conviven en armonía dentro de un hombre de fe.
Extracto del artículo de Pérez: Hombre y árbol: simbiosis eterna
Los humanos y los árboles poseen pacto no firmado, especie de simbiosis en la que unos dependen de los otros, pero cuando el ser pensante tala, quema y no repone los bosques, expresa su gran potencial de destrucción con consecuencias trágicas para su compañero y para sí mismo. Desde tiempos primitivos el destino del hombre y del árbol permanece intrínsecamente unido en continentes e islas. El vegetal es fuente de vida y regeneración, y por ello también ha sido venerado.
Los
habitantes mayas de América Central creían que la ceiba era el primer
árbol y el origen de todo lo existente. En Cuba la ceiba ha sido objeto
de culto por parte de religiones sincréticas, y la historia del
catolicismo la cita como sitio de refugio de la Virgen y el niño Dios. La
percepción científica del árbol es más pragmática. Científicos lo
valoran como especie de máquina natural, accionada por energía solar,
que extrae agua y minerales del suelo y dióxido de carbono del aire, y
los convierte en alimentos para todos.
En
opinión del experto Carl Sagab los árboles realizan una especie de
“reanimación boca a boca a escala planetaria, armónico ciclo impulsado
por una estrella a 150 millones de kilómetros de distancia”. Fuentes
acreditadas refieren que hace unos 10 mil años la Tierra lucía un
espléndido manto de bosques y regiones arbóreas sobre unos 6 mil 200
millones de hectáreas. La desbalanceada explotación de esa riqueza la
redujo en un tercio.
Tomado de: http://www.tvyumuri.icrt.cu/ciencia/12811-hombre-y-arbol-simbiosis-eterna.html
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