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miércoles, 31 de julio de 2013

El hombre y el árbol, simbiosis eterna. El hombre de fe y el árbol, simbiosis para la eternidad.

Para que el hombre pueda seguir habitando el planeta Tierra deberá cumplir su pacto con el árbol. Cuanto de este tome, deberá reponerlo multiplicado. De ello dependerán el aire, el alimento y el agua para la vida del hombre y del árbol. - Roberto Pérez Betancourt

La cita de Pérez arriba también se puede aplicar al árbol de la fe humana. Tanto la naturaleza, el hombre y las cosas del espíritu son eslabones de una cadena visible e invisible, tangible e intangible, en ciertas áreas razonables, en otras inexplicable.  El hombre que se alimenta de la fe, debe responder también y comprometerse con la fe, porque la fe sin obra es muerta. El hombre depende de varios alimentos, los naturales, y los espirituales. Cuando el hombre sacia su hambre de ambos, junto a su alimento intelectual, es cuando va en vía de un desarrollo pleno. Debemos recordar la trinidad del hombre: Carne, mente y cuerpo....Intelecto, emoción y espíritu.

La fe es como un arbolito. Aquel que sabe que necesita de Dios, confía su oración a El mientras realiza el ejercicio de sembrarla en su corazón. La oración lleva a la fe y la fe lleva al milagro. Tarde o temprano surge el fruto de ambos naturalmente.  Así como el sembrador prepara el terreno para sembrar su semilla, luego la abona, va podando el arbolito, crece el árbol y comienza a dar sus frutos. Dios prepara el terreno del espíritu humano a través de necesidades, circunstancias y problemas para que nosotros, siendo co-creadores con El, oremos y abonemos nuestra fe, la misma que se va desarrollando con el devenir diario y se supone que en su momento comience a dar sus respectivos frutos... es entonces cuando el cambio, el milagro, se vuelve cosa natural, porque el mundo espiritual y carnal conviven en armonía dentro de un hombre de fe.

Extracto del artículo de Pérez: Hombre y árbol: simbiosis eterna

Los humanos y los árboles poseen pacto no firmado, especie de simbiosis en la que unos dependen de los otros, pero cuando el ser pensante tala, quema y no repone los bosques, expresa su gran potencial de destrucción con consecuencias trágicas para su compañero y para sí mismo. Desde tiempos primitivos el destino del hombre y del árbol permanece intrínsecamente unido en continentes e islas. El vegetal es fuente de vida y regeneración, y por ello también ha sido venerado.

Los  habitantes mayas de América Central creían que la ceiba era el primer árbol y el origen de todo lo existente. En Cuba la ceiba ha sido objeto de culto por parte de religiones sincréticas, y la historia del catolicismo la cita como sitio de refugio de la Virgen y el niño Dios. La percepción científica del árbol es más pragmática. Científicos lo  valoran como especie de máquina natural, accionada por energía solar, que extrae agua y minerales del suelo y dióxido de carbono del aire, y  los convierte  en alimentos para todos.
En opinión del experto Carl Sagab los árboles realizan  una especie de “reanimación boca a boca a escala planetaria, armónico ciclo impulsado por una estrella a 150 millones de kilómetros de distancia”. Fuentes acreditadas refieren que hace unos 10 mil años la Tierra lucía un espléndido manto de bosques y regiones arbóreas sobre unos 6 mil 200 millones de hectáreas. La desbalanceada explotación de esa riqueza la redujo en un tercio.

Tomado de: http://www.tvyumuri.icrt.cu/ciencia/12811-hombre-y-arbol-simbiosis-eterna.html

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