Él y un amigo decidieron acoger un concierto musical en el campus para recaudar fondos para su educación.
Llegó el gran día, pero lamentablemente no habían conseguido vender suficientes entradas. La recaudación total fué sólo de $1600. Decepcionados, acudieron a Paderewski y le explicaron su difícil situación.
Le dieron los $1600 completos, más un cheque por el saldo de $400. Prometieron pagar el cheque lo antes posible.
“No”, dijo Paderewski. "Esto no es aceptable." Rompió el cheque, devolvió los $1600 y les dijo a los dos muchachos: “Aquí están los $1600. Por favor deduzca cualquier gasto en el que haya incurrido.
Conserva el dinero que necesitas para tus honorarios. Y dame lo que quede”. Los niños se sorprendieron y le agradecieron efusivamente. Fue un pequeño acto de bondad. Pero marcó claramente a Paderewski como un gran ser humano.
¿Por qué debería ayudar a dos personas que ni siquiera conocía?
Todos nos encontramos con situaciones como estas en nuestras vidas. Y la mayoría de nosotros sólo pensamos: “Si les ayudo, ¿qué me pasaría a mí?” Las personas verdaderamente grandiosas piensan: “Si no los ayudo, ¿qué les pasará?” No lo hacen esperando algo a cambio. Lo hacen porque sienten que es lo correcto.
Paderewski más tarde se convirtió en Primer Ministro de Polonia. Fué un gran líder, pero lamentablemente cuando comenzó la Guerra Mundial, Polonia quedó devastada.
En su país hay más de 1.5 millones de personas hambrientas y no hay dinero para alimentarlas.
Paderewski no sabía a quién acudir en busca de ayuda. Pidió ayuda a la Administración de Alimentos y Ayuda de Estados Unidos. Escuchó que había un hombre llamado Herbert Hoover, quien más tarde se convirtió en presidente de Estados Unidos.
Hoover aceptó ayudar y rápidamente envió toneladas de cereales para alimentar al hambriento pueblo polaco. Se evitó una calamidad.
Paderewski se sintió aliviado.
Decidió cruzar para encontrarse con Hoover y agradecerle personalmente. Cuando Paderewski comenzó a agradecer a Hoover por su noble gesto, Hoover rápidamente intervino y dijo: “No debería agradecerme, señor Primer Ministro. Quizás no lo recuerdes, pero hace varios años ayudaste a dos jóvenes estudiantes a ir a la universidad. Yo era uno de ellos”.
El mundo es un lugar maravilloso. Lo que se siembra de recoge.
Por favor ayuda a otros lo mejor que puedas. A la larga, es posible que usted se esté ayudando a sí mismo. El universo nunca olvida a nadie que siembra una buena semilla en otras personas, nunca.
Nada en la naturaleza vive por sí mismo. Los ríos no beben su propia agua. Los árboles no comen sus propios frutos. El sol no da calor por sí solo. Las flores no esparcen fragancia por sí mismas.
Vivir para los demás es la regla de la naturaleza. Y ahí reside el secreto de vivir.
De la red
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