Había un joven músico que no soportaba las exigencias de su maestra de violín.
"No te olvides de afinar tu instrumento antes de cada sesión."
"Escucha atentamente a los grandes maestros; hay lecciones en cada nota."
"Respeta a tus compañeros de orquesta y aprende de ellos."
El joven se sentía frustrado cada vez que su maestra le recordaba estos detalles, considerándolos triviales e innecesarios.
Durante meses, soportó estas instrucciones hasta que un día fue seleccionado para una audición importante con una orquesta reconocida.
"Después de esta audición, encontraré otro maestro. No aguantaré ni un consejo más de esta vieja."
Eso pensó, decidido a liberarse de lo que consideraba una carga innecesaria.
Antes de partir, su maestra le dijo:
"Recuerda, la música es más que tocar las notas correctas. Es transmitir emoción y conectarte con el público. Y no olvides ser siempre humilde y aprender de cada experiencia."
Le entregó un pequeño amuleto de la suerte que llevaba consigo desde su juventud.
Al llegar al lugar de la audición, notó que la sala estaba desordenada y algunos instrumentos estaban mal colocados. Aunque no era su responsabilidad, acomodó los instrumentos y ordenó la sala.
En el escenario, se dio cuenta de que uno de los atriles estaba a punto de caerse. Sin que nadie se lo pidiera, lo ajustó para que estuviera firme.
Mientras esperaba su turno, notó que las partituras de otros músicos estaban esparcidas por todas partes. Recordando las palabras de su maestra sobre la importancia del orden, recogió las partituras y las organizó.
Durante su audición, uno de los violinistas olvidó su arco. Sin dudarlo, el joven le ofreció el suyo de repuesto, recordando el consejo de su maestra sobre la generosidad y el respeto hacia los demás.
Después de la audición, el director de la orquesta se acercó a él y le dijo:
"¿Estás listo para unirte a nuestra orquesta?"
El joven, sorprendido, pensó:
"¿Será esto una broma o realmente lo merezco?"
"¿En qué piensas?" -preguntó el director-. "No solo evaluamos tu habilidad musical, sino también tu disposición, actitud y respeto hacia los demás. Observamos que fuiste el único en organizar la sala, ajustar los atriles, recoger las partituras y ayudar a tus compañeros sin esperar nada a cambio. Por eso, creemos que serás una valiosa adición a nuestra orquesta."
El joven, que había estado tan molesto con las exigencias de su maestra, se dio cuenta en ese momento de que había sido gracias a esas enseñanzas que había logrado ese reconocimiento.
La frustración y el resentimiento desaparecieron de inmediato. Decidió que nunca dejaría a su maestro y regresó con una nueva apreciación por sus lecciones.
Todo lo que nuestros maestros nos enseñan es para nuestro bien, buscando que alcancemos nuestro máximo potencial. Para convertirnos en verdaderos músicos y, más aún, en personas de valor, debemos aceptar correcciones y guía que nos alejen de los malos hábitos.
Nuestros maestros son los primeros guías, exigentes en nuestra juventud, pero mentores para toda la vida.
No tiene sentido despreciar a tus maestros cuando están contigo y lamentar su ausencia cuando ya no estén.
De la red...
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