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sábado, 31 de agosto de 2013

El cadáver de tu enemigo (Proverbio Arabe)

Muchas veces la vida real supera a la ficción. La que les quiero contar es una de esas historias que parecen mentira. Viviendo en una metrópoli de 20 millones de habitantes, coincidencias así parecen imposibles, pero suceden. Y en serio que, si no conociera bien a quien me lo contó, le habría dicho que dejara de tomar alcohol cuando ve la tele, pero no es el caso.

Mi amiga Clara dejó a su marido hace años, cuando se enteró de que el susodicho le estaba poniendo los cuernos con otra mujer, además casada. Como ocurre en estos casos, el proceso de divorcio fue doloroso y complicado.

En cuanto culminaron los procesos legales, el ex de Clara y su nueva pareja se casaron y, a fin de justificar su amor, se dedicaron a hablar pestes (por supuesto falsas) de Clara, a todo el que quisiera escucharlos. Clara recuerda muy bien que en aquellos momentos en que lo veía todo negro, alguien le dijo: “Un día verás la gran bendición que hay en todo esto”. Y sí: aquel día Clara empezó a ver la luz al final del túnel.
Cualquiera que haya vivido un divorcio y haya sido víctima de la infidelidad sabe que ambos catorrazos son dolorosos pero superables. Con el tiempo, Clara estaba feliz en su nueva vida y vio la gran bendición que había sido divorciarse y terminar esa mala relación. Un día, cuando ya ni recordaba del asunto, recibió una llamada de un amigo documentalista quien le contó que en una fiesta había conocido a una mujer casada que lo acosaba con mensajitos a todas horas, mandándole piropos e insinuaciones a su Blackberry. Aquello le dio mala espina y no sabía cómo reaccionar. Estaba claro que ella quería una relación con él pero al documentalista no le interesaba nada con ella. Cuando escuchó el nombre de la mujer, Clara pensó que era una broma. Pidió más datos y ya no le quedó duda: la mujer en cuestión era... ¡la esposa de su ex marido! De entre todas las personas en el mundo, había decidido ligar con su amigo. Ironías del destino; ahora el cornúpeta era su ex, y ella lo sabía.

¿Qué hacer con semejante información? Como cualquier persona en su situación, pasó por su mente la idea de una venganza. Muchas veces, cuando nos agravian, nos queda un sentimiento de justicia insatisfecha, y sentimos la necesidad de que quien nos agravió sienta exactamente lo mismo lo que sentimos. Por eso dicen que la venganza es dulce, porque sabemos que el otro sintió en su pellejo lo mismo que nosotros.
Pero si bien en muchos aspectos la venganza puede verse como un acto de justicia, su carácter es más bien punitivo; tiene más connotación de agresividad que de justicia, así que no es fácil aceptar que somos vengativos. Pero es un concepto que tenemos desde niños. Yo creo que todos, ante una agresión, optábamos por tomar la justicia en nuestras manos y retribuir a quien nos agredía pagándole con la misma moneda (robando su torta o escondiendo su lonchera, por ejemplo). “Para que vea lo que se siente”, ¿eh?. Desquitarnos nos daba la sensación de que el equilibrio había sido reestablecido y era posible seguir siendo amigos. Nos basábamos en la Ley del Talión (Éxodo 21:24), que en versión infantil sería: “Si me pegas, me desquito”.

Un problema de la venganza es que pocas veces llega en el momento adecuado, y el mal que haces puede ser mayor al que te hicieron. Esta falta de proporción, o si el otro percibe que hubo un exceso en la retribución, suele tener consecuencias nefastas y ocasionar que la violencia escale a proporciones insospechadas. Historias, novelas y películas han tratado a fondo el tema de la vendetta. Cada acción tiene una reacción, cada acto una consecuencia. Será la Ley del Karma o el Tercer principio de Newton, pero definitivamente nadie puede escapar a las consecuencias de sus elecciones. Si decides optar por la venganza, seguramente tendrá consecuencias, y éstas pueden volverse en tu contra. Como bien dijo Gandhi, “ojo por ojo, y pronto el mundo se quedará ciego”.

¿Qué decidió Clara? Después de pensarlo un buen rato decidió que el asunto no era de su incumbencia y que era mejor no hacer nada. Tal como lo oyen. En cierto sentido, se había hecho justicia sin que ella hubiera tenido algo que hacer. Además tenía mejores cosas en qué ocuparse como para andar hurgando en la vida de su ex y su actual esposa. El proverbio árabe que dice: “Siéntate en el umbral de la puerta de tu casa y veras el cadáver de tu enemigo pasar” había demostrado nuevamente su sabiduría y eficacia y seguramente lo haría nuevamente muchas veces a lo largo de su vida. Clara estimó que tarde que temprano su ex marido se enteraría de la conducta de su encantadora mujercita, pues todo cae por su propio peso. Eso sí, sabiendo que las probabilidades de enterarse de una historia así son prácticamente nulas, guardó todos los correos y mensajes que le proporcionó su amigo, porque información es poder y quien sabe si algún día pudiera llegar a necesitarla. Además, dijo, “la venganza es un plato que se sirve frío”.

¿Qué harías en los zapatos de Clara?

Tomado de: http://blogs.milenio.com/node/829

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