Una buena cosa sucede a aquellos que esperan, mejores cosas suceden a los que oran. - GB.Atiste
El simple hecho de ponerse ante Dios, en un horizonte abierto a la fe, ya comporta una cierta respuesta. Así, en la oración, la experiencia concreta de la muerte se transforma en la experiencia de la presencia de Dios. Como tantas veces se indica en el AT, “si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha”. Quizá no eliminando la causa inmediata de su angustia, pero sí asegurándole: “no temas, yo estoy contigo”.
Cuando el Dios de Jesucristo es experimentado en la fe como Emmanuel, o Dios con nosotros, en quien la muerte fue vencida, se le arranca a la fe su aguijón. La oración transforma el horizonte de esta situación de necesidad en un horizonte nuevo, aunque la necesidad misma se mantenga. Se trata de una situación nueva de esperanza, de consuelo, de confianza y de alegría que cambia por completo, aunque se mantenga la situación que la causó. No hay ninguna oración que no sea escuchada. Ese es el sentido que suele atribuirse a la expresión “pedir con fe”. (JUAN MARTÍN VELASCO. MODESTA APOLOGÍA DE LA ORACIÓN DE PETICIÓN. P. 9)
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