ENTRE AMIGOS, PRIMERO EL AMOR
Escrito
por: Pbro. Richard L. Clifford, Misionero de Maryknoll, sacerdote
católico y colaborador de la Pastoral del Amor en la Arquidiócesis de
Yucatán.
Un amigo fiel, no tiene precio.
Quien lo posee ha encontrado un tesoro.
Ecl 6, 14
Cierto
domingo, mientras saludaba a la gente que salía de la misa un jovencito
se me acercó junto con su hermanito, quien estaba llorando. “Padre, ¿me
hace el favor de darle a mi hermanito un abrazo? Es que se perdió en el
momento de la paz y nadie le hizo caso”.
Cariñosamente
me incliné a poner al niño en mis brazos para calmarlo. En ese momento
pensé en tantas personas —desde niños hasta ancianos— necesitan siempre
una buena muestra de amor y amistad, de sentirse querido, apreciado,
“importante”.
Bellísimo
es leer aquel amor que Jesús expresa por sus discípulos: “El Señor
siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo y así los amó
hasta el final” (Jn. 13,1). Además, en el encuentro de Jesús con San
Pedro, después de la Resurrección, Jesús no dijo absolutamente nada
referente a la negación de Pedro en relación con el Señor (Jn. 13, 38).
Sólo le preguntó tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Jn. 21,
15-17).
Incontables
son los temas que tratan del amor que tanto cautiva los estudios y los
escritos de teólogos, filósofos, poetas y amantes. San Pablo lo expresa
hermosamente: “Tener amor es saber soportar, ser bondadoso, no tener
envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero ni egoísta; es no
enojarse ni guardar rencor, es no alegrarse de las injusticias sino de
la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo, esperarlo todo,
soportarlo todo” (1Cor 13, 4-7).
Leemos
poco de aquella virtud que los sabios han considerado como el más alto
de los amores: la auténtica amistad: “Un amigo fiel no tiene precio.
Quien lo posee ha encontrado un tesoro” (Eccl. 6, 14).
Puesto
que la amistad suele carecer del exaltado “romanticismo” —caracterizado
por sus amorosas manifestaciones de dulzura, ternura y palabras
expresivas—, solemos tratar ese sentimiento con cierta ligereza y
superficialidad.
La
ausencia en la amistad de lo sentimental nos “convence” de su
“inferioridad”, frente al amor. Sin embargo, la amistad es esencial al
íntegro desarrollo del amor. Pues la verdadera amistad tiene como base
una visión mutua de intereses comunes.
Sus excelentes cualidades hacen que el amor —nutrido por la amistad— sea más sólido, maduro y valioso.
La
genuina amistad está libre de desagradables y dañinos celos que
destruyen la mutua confianza. Por eso admite muchas otras buenas y
profundas amistades, apreciando su necesidad y belleza. Dicha amistad
exige buena comunicación mutua, por medio de la cual los amigos se
conocen mejor entre sí.
La
verdadera amistad es incapaz de contenerse sólo con manifestaciones
superficiales. “Yo los llamo mis amigos —dice el Señor— porque les he
dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho” (Jn. 17, 15).
Paradójicamente,
es imposible amar a una persona sin que exista la verdadera amistad
entre ambos. Esta falta de un amor bien basado en la auténtica amistad
constituye una de las razones principales por las cuales un matrimonio
puede llegar a ser egoísta, pragmático e infeliz. Queridos hermanos: En
el espíritu de las bellísimas virtudes de la amistad y el amor, que
ennoblecen y enriquecen nuestras relaciones humanas, les deseo ¡muchas
felicidades!, con mis oraciones por su paz y bien.
Tomado de: http://diocesisdecampeche.blogspot.com/2011/02/articulo-140220111.html
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