Para poder gozar del botín de la promesa, primero tenemos que aprender a navegar por los mares de la espera, enfrentarnos a los fantasmas de las dudas, y ser probados hasta la médula por el Capitán de nuestra embarcación. Las lamentaciones se vuelven un grato recuerdo cuando se sangra, suda y llora la promesa.
La promesa siempre tarda en llegar; ya que en el proceso Dios nos regala herramientas y vivencias necesarias para cuando llegue sepamos apreciar el regalo, y podamos administrarlo debidamente. Mientras tanto recuerda: "Si eres fiel en lo poco, El te confiará más".
"Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente a que el Señor venga a salvarnos. Bueno es que el hombre aprenda a llevar el yugo desde su juventud. ¡Déjenlo estar solo y en silencio, porque así el Señor se lo impuso! ¡Que hunda el rostro en el polvo! El Señor nos ha rechazado, pero no será para siempre-"; Lamentaciones 3: 25 - 29,31.
“Yo soy el hombre que ha visto aflicción
bajo el látigo de su indignación. El me ha guiado y conducido en
tinieblas y no en luz. Ciertamente todo el día ha vuelto y revuelto su
mano contra mi.” (Lam. 3:1-3)
¡Qué descripción de la absoluta
desesperación del espíritu humano sumido en la más profundo aflicción y
dolor! A pesar de lo cual cada uno de estos capítulos revela un
discernimiento especial, una lección que Dios nos enseña por medio del
sufrimiento que de lo contrario no habríamos aprendido. Esto es
precisamente lo que debemos de buscar en el libro de las Lamentaciones. El libro fue escrito con el propósito de
enseñarnos por medio de lo que podríamos llamar la terapia para la
aflicción lo que nos enseña el sufrimiento. En todas las Escrituras se
nos dice que el dolor y el sufrimiento son los instrumentos de los que
se vale Dios para enseñarnos. Mediante el sufrimiento se consigue la
fortaleza de carácter y no les sorprenda que esto sea verdad. Leemos en
Hebreos acerca del Señor Jesús: “Aunque era Hijo aprendió la obediencia
por lo que padeció". (Heb. 5:8) Hay cosas que el Señor Jesús tuvo que
aprender y que solo podía aprender viviendo como un hombre y pasando por
momentos de sufrimiento y de dolor. Si él no quedo exento, ¿por qué
hemos de quedar nosotros? Por eso es por lo que nunca está bien que
un cristiano diga, como hacemos tantos de nosotros, cuando estemos
pasando por sufrimientos “¿por qué tiene que pasarme esto a mi? Bien,
¿por qué no iba a sucedernos?
Como nos recuerda Hebreos 12:10, es una
señal del amor de Dios y él envió el sufrimiento con el fin de
disciplinarnos, de enseñarnos y de capacitarnos. Cada uno de los capítulos revela además
un aspecto concreto del sufrimiento como algo que enseña una lección
determinada acerca de la gracia. En el capítulo 1 está el sentido de
desolación y abandono de espíritu, cuando de repente dice el profeta en
el versículo 18:
“Justo es Jehová, aunque yo me rebelé contra su palabra…”
Debemos mencionar que El libro de Lamentaciones se encuentra entre los libros de Ezequiel y de Jeremías. Son las “Lamentaciones de Jeremías, que lloró sobre la ciudad de
Jerusalén después de su desolación y cautividad llevada a cabo por
Nabucodonosor. Al leer este libro nos encontraremos con muchas figuras de lo que
habría de hacer posteriormente el Señor, que lloraría sobre la ciudad de
Jerusalén. Y también podemos aplicar algunas de las experiencias y enseñanzas a nuestra vida en el momento de la prueba, del dolor, de la espera...
El profeta y sacerdote Jeremías contemplaba a Jerusalén y sentía
esa sensación de terrible desolación, de repente se dio cuenta de que
aquella era una indicación de que Dios tenía razón. Por lo que dice: “me
rebelé contra su palabra". Ese es el problema y la lección. La
mayoría de nosotros tenemos la costumbre de echarle la culpa a Dios, ya
sea directa o indirectamente, de todo lo que nos pasa y normalmente
nuestra actitud es: “¡La verdad es que no sé por qué me tiene que
suceder esto! Después de todo, he hecho todo cuanto podía, me he estado
esforzando, a pesar de lo cual me siguen pasando estas cosas. Y nuestra
implicación es que Dios es injusto y que no tiene razón. El apóstol Pablo dice: “Sea Dios veraz
aunque todo hombre sea mentiroso". (Rom. 3:4) Es imposible que Dios no
tenga razón y también es imposible que el hombre sea más justo que Dios
porque nuestro sentido de la justicia se deriva de él. Es imposible que
el hombre sea más compasivo que Dios, porque nuestros sentimientos de
compasión proceden de él. Como ve usted, es imposible para nosotros
pretender juzgar a Dios. Dios es justo. Cuando Jeremías contempló la
ruina total que le rodeaba aprendió esta lección. Siempre que tuvo algo
sobre lo que apoyarse, pudo sacarle alguna falta a Dios, pero cuando se
quedó totalmente desolado, se dio cuenta de que el Señor tenía razón.
Cuan fiel es Dios a su promesa!!! El es
absolutamente fiel. Hay una difundida creencia, según la cual Dios es
tan amoroso, tiene un corazón tan tierno, que sencillamente cede cuando
le presionamos un poco, que no va a hacer lo que ha dicho que haría,
pero esa idea ha sido descartada para siempre gracias a uno de los más
importantes versículos de la Biblia (Rom. 8:32): El que no eximió ni a
su propio Hijo… Piense usted en eso. Cuando él fue hecho pecado por
nosotros, Dios no le eximió. Así es Dios de decidido a la hora de
cumplir con lo que ha dicho. El que no eximió ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros… Pero con todo y con eso, el
versículo termina en gloria ¿verdad? “…¿cómo no nos dará gratuitamente
también con él todas las cosas? Un aspecto es tan cierto como el otro.
Jeremías aprendió que Dios es fiel por lo absoluto de su juicio. En el capítulo tres, cuando leemos acerca
del sufrimiento personal de Jeremías, llegamos a un pasaje
impresionante. De repente, en medio de aquel lamento, dice (en los
versículos 22-33):
“Por la bondad de Jehová es que no somos
consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada
mañana; grande es tu fidelidad. Jehová es mi porción, ha dicho mi alma;
por eso, en él esperaré., Bueno es Jehová para los que en él esperan,
para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de
Jehová. Bueno le es al hombre llevar el yugo en su juventud. Se sentará
solo y callará, porque Dios se lo ha impuesto. Pondrá su boca en el
polvo, por si quizás haya esperanza. Dará la mejilla al que le golpea;
se hartará de afrentas. Ciertamente el Señor no desechará para siempre.
Mas bien, si él aflige, también se compadecerá según la abundancia de su
misericordia. Porque no aflige ni entristece por gusto a los hijos del
hombre.”
Este es, en muchos sentidos, uno de los más preciosos pasajes de la
Biblia. Revela la compasión del corazón de Dios. El juicio, como dice
Isaías, es su extraña obra, aunque es algo que no le gusta hacer. El no
aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres. Nuevas
son cada mañana sus misericordias. En su propio dolor, Jeremías recuerda
lo siguiente: que detrás de toda aquella destrucción se hallaba la obra
de amor. Dios destruyó Jerusalén porque estaba siguiendo el camino
equivocado. La destruyó para poder restaurarla más adelante y la
reconstruyó con gozo, paz y bendición. El Señor no desecha para siempre y
aunque nos causa dolor, El tendrá compasión.
En tu caso como en nuestro caso, si existe una promesa, ten la seguridad que Dios la cumplirá. Todo es cuestión de dejar a Dios ser Dios. Citamos:
Culminamos este artículo no nuestro, pero sí con nuestro toque, con una cita que nos compartiera un amigo. Esta cita de Emile Michel Ciorán nos confirma la urgencia de la prueba para el que desea crecer, la necesidad de la lamentación para demostrarle a Dios hasta dónde fuimos capaces de llegar solos, y la fe probada en la espera y el abandono en Dios, luego...naturalmente, viene el regalo.
Oración
Padre nuestro, gracias por este libro de
Lamentaciones, por las lecciones que tiene para nuestros corazones, para
que aprendamos a ser fuertes por causa de tu nombre. Ayúdanos a ser
fuertes en el Señor y en la fortaleza de su poder, para que estemos
preparados para ese gran día y ese conflicto aun mayor con el que nos
tendremos que enfrentar. En el nombre de Cristo, amen.
Tomado en parte de: http://cebei.wordpress.com/2008/10/31/25-sinopsis-antiguo-testamento-lamentaciones-terapia-para-la-afliccion-2539/ La otra parte es del Espíritu Santo, a través de nuestro teclado.
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