La profeta sudafricana que quiso liberar a su pueblo y casi lo acaba exterminando
Un día de abril en 1856, los espíritus de tres de sus antepasados se le aparecieron a la joven Nongqawuse. Los espectros le pidieron que dijera a su pueblo, los xhosa, que tenían que arrasar sus cosechas y exterminar su ganado porque había sido criado por las manos contaminadas de los que había estando practicando brujería. A cambio, los que habían muerto regresarían de sus tumbas y barrerían a los ingleses hasta el mar. La profecía no tardó en llegar a oídos del Gran Jefe xhosa, Sarhili, que se convenció y sacrificó sus animales.
La joven Nongqawuse con su compañera de movimiento Nonkosi | Wikipedia
Desde la llegada de los colonos blancos a las tierras de los xhosa, los enfrentamientos con ellos habían sido casi constantes. En 1850 ya se contabilizaban 8 guerras, la última había concluido en 1853 y, como en todas las anteriores, lo había hecho con la derrota y pérdida de tierras para los xhosa. Todas estas derrotas habían acabando dividiendo al pueblo xhosa y minando su moral colectiva. La situación de incertidumbre en la que vivían, siempre con el temor de verse obligados a abandonar las tierras en las que habían nacido, sólo agravaba esta situación.
Los primeros colonos blancos habían llegado a la región durante la segunda mitad del siglo XVIII. En su mayoría eran bóers provenientes de la colonia de la Ciudad del Cabo. Los xhosa y los bóers tenían una economía muy similar, basada en la agricultura y la ganadería, y no tardó en desatarse entre ellos una feroz competencia por las tierras de cultivo y los pastos. Los robos de ganado de unos a otros eran muy comunes y las acciones de represalia se convirtieron en una práctica habitual que, en muchos casos acabó en guerra. Sólo durante la siembra o la cosecha, cuando unos y otros tenían que encargarse de las tareas del campo, la intensidad de los conflictos parecía bajar.
En esta lucha, los colonos contaban con sus caballos, que les proporcionaban una mayor movilidad, y la superioridad tecnológica de sus armas. Los xhosa, por su parte, tenían a su favor la experiencia de sus guerreros que se habían enfrentado antes a los zulú y a otros pueblos vecinos y su mejor movilidad en terrenos accidentados. Cuando los xhosa se hicieron con armas de fuego y caballos, las cosas se igualaron un poco más, pero no fue suficiente para equilibrar la situación.
En 1814, cuando la Colonia del Cabo pasó a manos británicas, la situación no hizo sino empeorar para los xhosa. Hasta entonces la población de la colonia era sólo de unas 60.000 personas, 27.000 de las cuales eran blancos, pero con el cambio de poder llegó también la primera gran oleada de colonos británicos y la llegada de un ejército profesional a la región, mejor equipado y preparado que las milicias bóer y cuyos soldados no tenían granjas a su cargo que limitaran el alcance y duración de sus acciones de castigo.
Visión idealizada de la llegada de los holandeses a Sudáfrica en 1652 | Wikipedia
Pero con el cambio de manos de la colonia, el clima social se fue enrareciendo. El aumento de población produjo que las tierras disponibles comenzaran a escasear. Tampoco fueron fáciles las relaciones entre el nuevo gobierno colonial inglés y los antiguos colonos de origen holandés. Muchas veces, los bóers se sentían abandonados por el nuevo gobierno, que mostraba una cierta indiferencia hacia sus problemas con los nativos.
Finalmente, la abolición de la esclavitud y las escasas compensaciones económicas que recibieron los que poseían esclavos acabaron acentuando el resentimiento de los bóer. Un resentimiento que sería uno de los motivos del Gran Trek, la marcha de unos 7.000 bóers que en 1835 decidieron abandonar sus tierras en la Colonia del Cabo y aventurarse más allá de lo conocido en búsqueda de nuevas tierras en las que poder asentarse fuera del control colonial británico.
Aunque otros historiadores consideran que el Trek fue también una huida de la conflictiva frontera oriental de la colonia y de los continuos enfrentamientos con los xhosa. De hecho, para los que se quedaron, la situación en la frontera no mejoró demasiado, continuando las disputas entre colonos y nativos, con un gobierno colonial que, o bien era incapaz, o continuaba sin mostrar demasiado interés por poner orden en la región.
Sin embargo, estos enfrentamientos armados no eran el único problema al que tenían que hacer frente los xhosa en tiempos de la profecía de Nongqawuse. Desde hacía un par de años, una enfermedad pulmonar, la perineumonía contagiosa bovina, había comenzado a cebarse con su ganado. Una enfermedad que además provocaba una muerte bastante angustiosa a los animales. Se trataba de enfermedad que habían traído los animales de los colonos blancos, pero muchos xhosa creían que las muertes eran producto de la brujería.
La muerte de los animales representaba un drama en una sociedad en el que uno de los pilares en los que basaba su supervivencia era la ganadería. Así que los xhosa desesperados probaban lo que fuera con tal de intentar proteger sus rebaños: llevarlos a zonas más aisladas, quemar los pastos alrededor de sus corrales,… pero todas estas medidas parecían servir de poco, lo que acrecentaba el sentimiento de desesperanza, de que poco podían hacer para evitar la muerte de sus animales, de que tarde o temprano la enfermedad acabaría con todos ellos.
Escena de la Octava Guerra Xhosa | Wikipedia
Fue, precisamente, en medio de este clima de desesperación cuando los antepasados hablaron a Nongqawuse. Un clima que los estudiosos coinciden en señalar como un factor necesario, aunque no suficiente, para todo lo que sucedería después.
En un principio, fueron pocos los que creyeron a Nongqawuse, así que los espíritus, pasado un tiempo, le pidieron que la próxima vez acudiera acompañada de su tío Mhalakaza, que con el tiempo se acabaría convirtiendo en el mensajero “oficial” del movimiento. Cuando este acudió, los espíritus le pidieron que transmitiera la profecía al Gran Jefe Sarhili.
Sarhili era un rey justo, respetado y amado por su pueblo. Aunque, al parecer, desde pequeño había estado bajo la influencia de hechiceros y adivinos, quizás, por eso, fue más fácil para Mhalakaza convencerlo. Cuando el Gran Jefe decidió sacrificar sus reses (aunque parece que no tocó sus campos de cultivo), fueron muchos los que siguieron su ejemplo.
Pasado un tiempo, Nongqawuse volvió a regresar al río donde los espíritus le habían hablado la primera vez y volvió a escuchar escuchó uno ruidos que parecían venir del más allá. La joven los interpretó como una señal de que las matanzas debían continuar y así fue.
Según la visión de Nongqawuse, los antepasados muertos, entre los que había grandes líderes xhosa, volverían el 16 de agosto de 1856. Ese día no sólo ayudarían a sus descendientes a expulsar a los blancos, sino que además traerían consigo nuevos y mejores rebaños de ganado para reemplazar a los que habían sido sacrificados. De repente, del suelo aparecerían nuevos campos de maíz listos para ser cosechados, los viejos se volverían jóvenes y, los problemas y enfermedades desaparecerían, así como también lo harían los que no habían creído.
Los antepasados traerían consigo animales sanos, más y mejores, por eso era necesario matar los que habían sido criados por manos impuras, por manos que habían practicado la brujería, para evitar que los contaminaran. Por eso era también necesario arrasar los campos, para evitar que los nuevos animales se contaminaran comiendo piensos y forrajes contaminados. Pero todo esto no sería posible si no se abandonaba la brujería. Es decir, las matanzas de animales serían más un ritual de purificación que un sacrificio en honor de los antepasados.
Pero Nongqawuse no estaba sola, según el historiador J. B. Peires, autor del libro “The Dead Will Arise: Nongqawuse and the Great Xhosa Cattle-Killing Movement of 1856-7”, había, por lo menos, otros cinco profetas en activo en los tiempos de la perineumonía bovina en el territorio xhosa. Algunos de ellos defendiendo que los rusos estaban ganando a los ingleses en la Guerra de Crimea con la ayuda de los espíritus de los guerreros xhosa muertos en las guerras pasadas. De hecho, algunos afirmaban que Rusia era una nación negra y que, una vez acabaran con los ingleses en Crimea, expulsarían a los ingleses de Sudáfrica para devolver a los Xhosa las tierras de sus antepasados.
Mapa de la Colonia del Cabo en 1809 | Wikipedia
La muerte en la Guerra de Crimea en 1854 de George Cathcart, que había sido gobernador de la Colonia del Cabo entre 1852 y 1853, fue interpretada como una obra de los espíritus de los guerreros. Con el tiempo, parece algunos acabaron identificado aquellos espíritus que habían hablado con Nongqawuse con los fantasmas de los “rusos negros” que luchaban contra los ingleses muy lejos de Sudáfrica. Muchos creían que la guerra parecía inminente.
No obstante, Nongqawuse y los demás profetas tampoco eran los primeros en hacer extrañas profecías sobre una expulsión sobrenatural de los ingleses. Durante la Quinta Guerra Xhosa, un profeta llamado Makana aconsejó al jefe Ndlambe atacar a la guarnición inglesa acuartelada en Grahamstown sin miedo, porque los dioses estaban de su parte y las balas inglesas se convertirían en agua.
Fueron muchos los que creyeron a Makana y finalmente el jefe Ndlambe decidió atacar la ciudad a plena luz del día. Los xhosa eran unos 6.000 y los ingleses apenas unos 350. Sin embargo, y pese a su inferioridad numérica, los ingleses consiguieron resistir hasta la llegada de más refuerzos. Pese a que la victoria estuvo cerca para los xhosa, el asalto acabó en fracaso y acabaron perdiendo un número muy grande de hombres. Después de la derrota Makana se entregó a los ingleses, que lo encerraron en la prisión de Robben Island. Como resultado de la derrota, los ingleses volvieron a mover la frontera de la colonia un poco más hacía el este y las nuevas tierras fueron ocupadas por 5.000 colonos traídos desde las Islas Británicas.
Durante la octava guerra (1850-1853), volvió a repetirse una historia casi idéntica. Esta vez fue un profeta llamado Mlanjeni el que aseguró que los xhosa serían invulnerables a las balas británicas. Estas profecías causaron una cierta agitación entre el pueblo y acabaron desembocando en una nueva guerra. Después de unas primeras victorias, la llegada de refuerzos desde Ciudad del Cabo acabó decantando la situación en favor de los ingleses. Los xhosa, una vez más, acabaron derrotados.
En el caso de Nongqawuse, no todos llegaron a creer su profecía, aunque fueron muchos los que acabaron sacrificando su ganado por una mera cuestión de obediencia. Para otros, los que no tenían ganado, fue mucho más fácil creer y además se convertían en grupo de presión sobre los que no la querían seguir y sí que tenían animales. También hubo los que se opusieron e intentaron poner fin a las matanzas, algunos de los cuales aún tenían muy presente anteriores profecías, pero su éxito fue escaso. Las zonas donde hubo menos seguimiento, fueron a las que la perineumonía llegó más tarde.
Mientras, los meses pasaban y la excitación iba creciendo a medida que se acercaba el 16 de agosto, el día de la “resurrección” en el que tantas cosas tenían que pasar,… pero, ese día, el Sol salió del mismo color que siempre, no rojo como Nongqawuse había dicho. Fue un día de tensa espera durante el cual cualquier ruido se asociaba como una posible señal de la llegada de los “rusos negros” o de la de los espíritus de los antepasados, pero nada sucedió.
Después de la decepción inicial, se comenzaron a proponer nuevas fechas. Se culpó a los que habían vendido sus animales, en vez de matarlos. Era necesario que los sacrificaran para que la profecía se cumpliera. Así que, las matanzas de ganado tenían que continuar. Pero volvió a llegar el nuevo día “señalado”, el 18 de febrero del 1857, y otra vez nada pasó. Para entonces, el mal ya estaba hecho y, aunque el jefe Sarhili definitivamente perdió la fe en la profecía y ordenó al resto de jefes que prohibieran las matanzas de ganado, ya era demasiado tarde.
Las consecuencias habían sido terribles. El 85% de los xhosa había matado sus animales, unas 400.000 cabezas de ganado. La población en la región de Kaffraria había pasado de unas 105.000 personas a tan sólo unos 25.000. Según el historiador J. B. Peires, de los 80.000 que faltaban, la mitad habían muerto víctimas de la hambruna y la otra mitad había decidido emigrar a la Colonia del Cabo en busca de alimentos y ayuda. Testimonios de la época dejaron constancia de aquellos “esqueletos andantes” que deambulaban por la colonia. Según parece, en algunos casos, la situación llegó a ser tan crítica que se recurrió al canibalismo. Aunque el gobernador prohibió a los colonos que los ayudaran no ser que los xhosa aceptaran contratos laborales con ellos.
Sir George Gray (14 de Abril 1812 – 19 de Setiembre 1898), cuando era gobernador de la Colonia del Cabo | Wikipedia
Las tierras que quedaron abandonadas después del conflicto acabaron siendo ocupadas por los legionarios alemanes que habían combatido al lado de los británicos en Crimea y otros 2.000 más provenientes del norte de Alemania.
Si bien, en un principio, los seguidores de Nongqawuse culparon a los que no habían seguido sus mandatos, con el tiempo, se acabaron volviendo contra ella. Nongqawuse sobrevivió, pero acabó siendo arrestada por los ingleses que la encerraron en la prisión de Robben Island. Con el tiempo, fue liberada y vivió hasta su muerte en 1898 en una granja en lo que hoy es la Provincia Oriental del Cabo. Su tío, Mhalakaza, parece que murió de hambre.
El Gobernador Grey culpó del desastre al Gran Jefe xhosa Sarhili. Grey defendía que todo había sido una treta de este para llevar a su pueblo a un nivel de desesperación tal que fuera más fácil levantarlo contra los ingleses. Muchos estudiosos defienden esta teoría y aseguran que muchos jefes xhosa estaban preparándose para la guerra con los europeos y tenían planeado lanzar a toda la nación xhosa en armas contra la colonia. Aunque son menos, otros estudiosos, y la mayoría de xhosa actuales, defienden precisamente lo contrario y acusan a Grey de ser haber utilizado a Nongqawuse en su propio beneficio para debilitar a la nación Xhosa, como acabó, de hecho, acabó sucediendo.
Mhalakaza, el tío de Nongqawuse, también es un personaje muy cuestionado, al que algunos consideran el auténtico instigador del movimiento. Un manipulador que con sus tretas consiguió convencer a Sarhili y a otros muchos jefes xhosa que acudieron a “ver los espíritus” que se le aparecían a su sobrina. Aunque los más afortunados, como mucho, llegaron a ver unas sombras negras sobre el agua, porque Mhalakaza nunca permitió a los visitantes acercarse, y otros se tuvieron que conformar con ver a Nongqawuse conversando con los espíritus.
J. B. Peires sostiene que el movimiento se basó principalmente en creencias ancestrales xhosa pero con influencias cristianas que habían sido introducidas por los misioneros. Para los xhosa los antepasados nunca acababan de “irse” del mundo de los vivos, más bien pasaban a una posición “superior” de él, donde se convertían en los responsables de la buena salud y la prosperidad de los vivos. O de castigar a los que tenían un comportamiento incorrecto.
Del Cristianismo, parece que tomaron prestada la idea de la resurrección. El regreso de los muertos a la vida parece que ya era una idea presente entre los xhosa, pero los misioneros ayudaron a darle más credibilidad y consistencia. No en vano, la resurrección había sido una de las ideas cristianas que había despertado más interés entres los xhosa.
También, resulta evidente el carácter milenarista del movimiento: el anuncio de la intervención de una gran fuerza que corregirá todos los males de una sociedad en crisis. Una sociedad que tenía que hacer frente a una catástrofe natural, como fue la perineumonía bovina, a la que sus élites eran incapaces de dar una solución. Un pueblo derrotado una y otra vez por los ingleses.
La profecía de Nongqawuse ofrecía una solución religiosa después de que la militar hubiera fracasado una y otra vez. De hecho, los xhosa aún volverían a ir a la guerra con los británicos una última vez en 1877. Pero esta vez, el resultado era aún más predecible, si cabe, que en anteriores ocasiones. Después de las hambrunas que habían seguido a las matanzas de ganado, la nación xhosa se encontraba más debilitada y dividida que nunca. La guerra acabó en derrota para los xhosa, como las ocho anteriores y, como consecuencia de ella, finalmente, todas las tierras de los xhosa pasaron a formar parte de la colonia.
Tomado de: http://www.cabovolo.com/2011/07/la-profeta-sudafricana-que-quiso.html
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