Un joven detuvo a Sócrates en una calle de Atenas y le preguntó:
—¿Por qué el ser humano puede destruir la vida, pero no crearla?
El filósofo señaló una estatua rota junto al camino y respondió:
—Destruir es fácil. Cualquier necio puede blandir un martillo. Lo difícil es comprender la forma que se pierde cuando la golpeas.
Luego añadió:
—Ni siquiera el escultor crea la piedra. Solo ordena lo que ya existe. Nosotros no hacemos la materia: la movemos.
“Podemos copiar la vida, ensamblarla, imitarla... pero no podemos soplar el aliento en el polvo. No conocemos el patrón original.”
Y mirando al joven, concluyó:
—El poder de destruir no es grandeza, es ignorancia.
A veces el ser humano confunde la fuerza con la creación.
Pero lo que nos hace divinos no es romper, sino comprender lo que no sabemos hacer.
De la red...
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