Durante la fiebre del oro, recorría California cargando rollos de tela y botones. Pero pronto descubrió que el oro no estaba en las minas, sino en escuchar las quejas de los mineros: sus pantalones se rompían demasiado rápido.
Strauss, junto con el sastre Jacob Davis, ideó algo revolucionario: pantalones reforzados con remaches de cobre, hechos para durar. No eran moda, eran resistencia. Los vaqueros se convirtieron en la segunda piel de vaqueros, ferroviarios y granjeros en todo el Oeste.
Levi nunca se casó, ni presumió de su fortuna. Prefería donar a orfanatos y financiar becas en la Universidad de California. Su apellido se volvió un ícono mundial, pero él siguió siendo, en esencia, un comerciante sencillo.
Levi Strauss no encontró oro. Lo cosió. Y en esa costura, dejó un legado que aún vestimos cada día: la utilidad transformada en eternidad.
De la red...
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