Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido.
No me tientes que si nos tentamos no nos podremos olvidar.
Me gustaría mirar todo de lejos, pero contigo.
Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor.
A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando, el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.
Porque eres linda desde el pie hasta el alma, porque eres buena desde el alma a mí, porque te escondes dulce en el orgullo, pequeña y dulce corazón coraza.
Ella no es bonita, es una palabra muy pequeña. Ella es fuerte y sus ojos demandan atención… Mirarla es como despertar.
Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada.
Si tu bendita soledad se funde con la mía ya no sabré si soy en vos o vos terminás siéndome.
Porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro.
Sé que voy a quererte sin preguntas, Sé que vas a quererme sin respuestas.
Todavia creo que nuestro mejor dialogo ha sido el de las miradas.
Es claro que lo mejor no es la caricia en sí misma, sino su continuación.
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