Al haber descubierto el valor de mi mayor enemigo y su esencia, que era la misma mía, me inspiré...entonces, cual guerrero, me dí a la tarea de de experimentar e intentar dominar nuevas armas y a su vez descubrir y desarrollar nuevos talentos de otras escuelas de combate que desconocía, combinados éstos con las técnicas ya aprendidas me fuí transformando en un mejor guerrero. Entonces las batallas fueron menos, al igual que las derrotas y los enemigos. Lo ms importante, es que me transformé en un mejor ser humano ese día en que rindiéndome me vencí a mi mismo.
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A veces para ganar no hay que luchar. Existen batallas que son como un mar embravecido, donde la mejor manera de sobrellevar la pelea, es mantenerse quieto aferrado a un madero, preferiblemente en forma de cruz. En una batalla como la descrita solo resta esperar a que las aguas vuelvan a calmarse, para luego seguir nadando con paciencia y esmero hasta llegar a puerto seguro.
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