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domingo, 17 de octubre de 2010

Luisa María Piccarreta - Quien solo se almentó de la Sagrada Eucaristía por 64 años.

Luisa Piccarreta, la pequeña hija de la Divina Voluntad

Luisa Piccarreta vivió su misión de Víctima con Jesús, permitiéndole vivir como Redentor y Víctima en ella. Esta vocación de víctima de Luisa presenta los tres aspectos que reconocemos en María Santísima:

La corredención con Jesús: por eso a menudo Luisa tomaba parte en las diferentes penas de la Pasión (la corona de espinas, la Cruz, etc.).

La mediación entre Jesús y los hombres, “sus hermanos”, dándole a Jesús de parte de ellos todo lo que Le deben (adoración, alabanza, bendición, gratitud, reparación, amor, etc.) como Jesús se lo da al Padre. De esta forma sustituía a los hombres.

Y la defensa de los hombres, alcanzándoles el perdón y las gracias que no merecen por culpa de sus pecados.

“Hija mía, no temas: ¿no te acuerdas que ocupas dos oficios, uno como Víctima y otro aún más grande, de vivir en Mi Querer, para devolverme la gloria completa de toda la creación?” (20-09-1922).

Por eso Jesús le dijo: “Tu misión es grande, porque no se trata sólo de la santidad personal, sino de abrazar todo y a todos y preparar el Reino de Mi Voluntad a las humanas generaciones” (22-08-1926).

SU HISTORIA

La Sierva de Dios, Luisa Piccarreta nació en la ciudad de Corato en la provincia de Bari, Italia, en la mañana del 23 de abril de 1865, Domingo “In Albis” (actual fiesta de la Divina Misericordia), y el mismo día fue bautizada; vivió siempre ahí y murió en concepto de santidad el 4 de marzo de 1947. Nació de la señora Rosa Tarantino y del señor Vito Nicola Piccarreta, trabajador de una hacienda de la familia Mastrorilli. La pequeña Luisa, la cuarta de cinco hijas, era de temperamento tímido, temeroso; no obstante, era también vivaz y alegre.

Ella cuenta que desde niña era vergonzosa y miedosa, al punto de no saber estar sola. El motivo eran las frecuentes pesadillas, en que soñaba al demonio. Por eso, desde los tres o cuatro años empezó a rezar continuamente, invocando a todos los Santos para que la defendieran, y sobre todo siete Avemarías a la Virgen Dolorosa, por lo cual no tomaba parte en los juegos de las otras niñas y de sus hermanitas (Luisa era la cuarta de cinco hermanas).

El Domingo “in Albis” de 1874, a los nueve años, recibió la Primera Comunión y el mismo día el Sacramento de la Confirmación, a los nueve años; empezó desde entonces a sentir en el corazón una voz que le dió mucho ánimo y paz, por lo que superó el miedo. Empezó a experimentar la presencia y protección de Jesús, de la Stma. Virgen y del Angel de la guarda. A los once años se hizo “hija de María”.

Mediante locuciones interiores, la voz de Jesús la instruía acerca de las virtudes, de su Amor, de la Cruz, etc. A veces la corregía; otras veces la animaba. Y así pasaba Luisa horas y horas arrodillada, casi sin moverse, absorta en oración. El Señor le hablaba sobre todo de su Vida oculta y de su Vida interior.

Pero aunque era tímida y miedosa, dice ella, era también alegre y traviesa; saltaba, corría y hacía también “impertinencias”, o sea, bromas. Con su temperamento no la atraían las cosas del mundo, incluso las cosas normales de la vida social, que instintivamente rehuía.

Pero ¿cómo era Luisa, según el aspecto externo? De ella hay pocas fotografías, de los últimos 10 o 15 años de su vida. No era posible fotografiarla sin el permiso del Confesor. Quien la conoció la describe diciendo que se la veía “siempre serena y fresca como una pascua; pequeña de estatura, ojos vivos, mirada penetrante, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha…” Quien entraba en su cuartito la veía siempre sentada en su cama, cerrada con blancas cortinas. Su aspecto era el de una persona, que, sin poder decirse que estuviera enferma, desde luego se veía que sufría y al mismo tiempo irradiaba paz; con el paso de los años, luego, se la veía como una viejecita muy dulce.

INICIO DE LAS VISIONES

A los 13 años de edad tuvo inesperadamente la primera visión de Jesús con la Cruz a cuestas, a partir de la cual y para siempre, se encendió en Luisa un grandísimo deseo de compartir el padecimiento de Jesús por amor a El.

A los 16 años el asalto de los demonios le hizo perder el conocimiento, quedándose rígida, pero tuvo la visión de Jesús coronado de espinas y horriblemente abofeteado por los pecados de los hombres. Y Luisa, movida interiormente por la gracia, consintió plenamente a la Voluntad de Dios, aceptando el estado de Víctima, al que Jesús y la Santísima Virgen la llamaban.

Pocos días después, tuvo una tercera visión de Jesús en su Pasión, quien le comunicó los dolores de su corona de espinas, y volvió a perder el conocimiento. Cuando volvió en sí, no era capaz de abrir la boca ni de tomar alimento, a causa de los espasmos y dolores que sentía.

Y fue así como Luisa se halló en la imposibilidad de comer nada, por espacio de dos o tres días, pero poco después en forma continua y definitiva por toda su vida, viviendo sólo de la Voluntad Divina, siendo éste su único alimento, junto con la Eucaristía, por 64 años.

Así comenzó a padecer una enfermedad que ningún médico pudo diagnosticar… permanecía todo el día en la cama sentada, nunca apoyaba la cabeza en la almohada para dormir, y con frecuencia, perdía el conocimiento y quedaba petrificada. De este estado nunca la pudieron sacar ninguna medicina ni tratamiento médico, sólo salía de él cuando un sacerdote la bendecía. Muchos la consideraban una “santa”, pero algunos la juzgaban como una impostora, que merecía palos, o que estaba endemoniada; en ocasiones la dejaron en ese estado de petrificación por 10, 18, y hasta 25 días y la madre de Luisa, que no sabía qué hacer, recurrió finalmente al Arzobispo, quien empezó a interesarse y dio disposiciones para que los sacerdotes fueran a “despertarla”.

En estos estados es cuando solía recibir visitas frecuentes de Jesús y de la Santísima Virgen, como la llamaba Luisa, y cuando Jesús la llevaba por el Cielo, Infierno, Purgatorio, y por todo el universo, y le decía muchas cosas bellas que nos quedó escritas Luisa en sus 36 volúmenes, desde el año 1899, en el que su confesor por 24 años, Don Gennaro di Gennaro, se lo exigió.

Cuando Luisa perdía los sentidos y quedaba petrificada por la visión de Jesús. Luisa salía de su cuerpo, siguiendo a Jesús por todas partes. Ese fenómeno empezó a causa de los sufrimientos de la Pasión, cada vez más acentuados. Es lo que llama “su habitual estado”. De esa forma Luisa moría todos los días, hasta que un sacerdote –normalmente su Confesor– venía a llamarla de aquel estado de muerte mediante su bendición y por santa obediencia. Ese fue el verdadero motivo por el que Luisa vivió en cama cerca de 64 años, sin tener nunca una llaga de decúbito o alguna otra cosa; no a causa de enfermedad, sino por su participación física y mística a la Pasión de Jesús.

A los 22 años quedó definitivamente en cama. Un año después, el 16 de Octubre de 1888, antigua fiesta de la Pureza de María (distinta de la Purificación y Presentación de Jesús, que es el 2 de Febrero), recibió la gracia del “desposorio místico”, que once meses más tarde el Señor le renovó en el Cielo, a la presencia de la Stma. Trinidad, representada por las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad). En aquella ocasión el Señor le dió un don no concedido así antes a nadie): el Don del Querer Divino. Pero de eso le habló y empezó a explicárselo muchos años después. Era el 8 de Septiembre de 1889; Luisa tenía 24 años. Un año después, Jesús añadió el último vínculo: “el desposorio de la Cruz”, en el que le comunicó sus dolorosísimos estigmas, contentando a Luisa, que no quería que se vieran; crucifixión renovada muchas veces.

EXPERIENCIAS MÍSTICAS

Además de sentir interiormente la voz de Jesús, Luisa tenía trece años cuando, desde el balcón de su casa tuvo la primera visión de Jesús, que, llevando la cruz, levantó los ojos hacia ella, pidiéndole ayuda.

Empezaron entonces para ella los primeros sufrimientos físicos, si bien ocultos, de la Pasión del Señor, además de tantas penas indecibles espirituales (sentirse privada de Jesús) y morales (el hecho de que sus padecimientos fueron descubiertos por su familia, que pensó tratarse de una enfermedad, de ahí que tantos otros lo supieron, u, por último, las incomprensiones y hostilidades por parte de los sacerdotes, de quienes sin embargo ella se dió cuenta de que dependía totalmente).

A todo ello se añadió una terrible prueba, que duró tres años (de los trece a los dieciséis), de lucha contra los demonios, resistiendo a sus asaltos, sugestiones, tentaciones y tormentos, hasta derrotarlos completamente. En el último asalto que sufrió, Luisa perdió el conocimiento y vio por segunda vez a Jesús penante por las ofensas de los pecadores. Entonces aceptó el estado de víctima, al que Ntro. Señor y la Stma. Virgen Dolorosa la invitaban.

Después de esto, multiplicándose estas visiones de Jesús, Luisa habitualmente tomaba parte en varias penas de la Pasión, en particular a la coronación de espinas. Efecto de ello fue la imposibilidad de comer, devolviendo siempre todo y viviendo, a partir de los dieciséis años, en una total inedia hasta su muerte. Se alimentó solamente de la Eucaristía. Su alimento era la Voluntad del Padre.

“Otro fenómeno extraordinario (atestigua su último Confesor, Don Benedetto Calvi): en 64 años siempre en cama, nunca tuvo una llaga de decúbito”.

“Fenómenos extraordinarios en su muerte. Como se ve en la foto, el cadáver de Luisa está con el cuerpo sentado en su camita, igual como estaba cuando vivía, y no fue posible extenderlo con la fuerza de varias personas. Permaneció en esa postura, por lo que hubo que hacerle un ataúd del todo especial.

Todo su cuerpo no sufrió la rigidez cadavérica que a todos los cuerpos humanos afecta después de la muerte. Se podía ver todos los días que estuvo expuesta a la vista de todo el pueblo de Corato y de muchísimos forasteros, que llegaron aposta a Corato para ver y tocar con sus propias manos el caso único y maravilloso: poder, sin ningún esfuerzo, moverle la cabeza a todos los lados, levantarle los brazos, doblarlos, doblarle las manos y todos los dedos. Se le podían levantar también los párpados y observar sus ojos lúcidos y no velados. Luisa parecía viva y que dormía, mientras que una comisión de médicos, convocados para éso, declaraba, tras atento examen del cadáver, que Luisa estaba realmente muerta y que por tanto había que pensar en una muerte verdadera y no aparente, como todos se imaginaban. Fue necesario, con permiso de la Autoridad civil y del médico forense, dejarla durante cuatro, repito, cuatro días, en su lecho de muerte, sin dar señales de corrupción, para satisfacer al gentío que se agolpaba…”

LOS CONFESORES

Luisa, como hija de la Iglesia, le fue siempre sumisa y obediente. Durante el período desde 1884 hasta su muerte en 1947, ella estuvo bajo el cuidado y la obediencia de varios confesores enviados por el Obispo de su Arquidiócesis. Su segundo confesor, Don Gennaro di Gennaro el 28 de febrero de 1899 le dio la obediencia de poner por escrito todo cuanto sucedía entre Jesús y ella y las gracias que continuamente recibía. Fue entonces que Luisa se decidió a vencer la repugnancia de hacer público lo que vivía en su interior. Y así, con gran esfuerzo, escribió más de 2.000 capítulos, recogidos en treinta y seis volúmenes, sin contar cientos de cartas, “las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo“, y “la Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad“.

Uno de sus confesores y promotor más importante de la Divina Voluntad (la doctrina que Jesús le enseñó a Luisa) fue San Aníbal María di Francia quien fue Revisor Eclesiástico de los volúmenes (dio su Nulla Obstat a 19 de los 36 volúmenes), y primer apóstol del Reino del Fiat Divino (como Jesús mismo lo titula en el volumen 20 de su diario, noviembre 6, 1926).

Luisa murió antes de cumplir los ochenta y dos años de edad, el 4 de marzo de 1947, después de una corta pero fatal pulmonía -la única enfermedad diagnosticada en su vida-, entró a la vida eterna para continuar sumergida en la Divina Voluntad en el cielo, como lo estuvo en la tierra.

En la solemnidad de Cristo Rey, el 20 de Noviembre de 1994, fue inaugurada su Causa de Beatificación, dándole el título de “sierva de Dios”, mientras que el 2 de Febrero de 1996 todos los escritos de Luisa, conservados desde 1938 en el archivo secreto del Santo Oficio, fueron puestos a disposición del Arzobispo de Trani. No hemos llegado, pues, al final de una vida extraordinaria, sino al comienzo de un tiempo nuevo, de la Era prometida y suspirada en la que Dios realizará finalmente.

En el 29 de octubre del 2005, el Arzobispo Pichierri declaró el proceso diocesano de la Causa de Beatificación de la Sierva de Dios completo y presentó la documentación a la Congregación para las Causas de los Santos.

SUS ESCRITOS

Bajo obediencia, Luisa Piccarreta escribió dos libritos “La Vida de la Santísima Virgen” y “Las Horas de la Pasión”, y luego presentó 36 manuscritos numerados, en los que ella elaboró lo que le fue revelado en oración acerca de “la vida en la Voluntad de Dios”. Ella escribió estos textos en los dialectos regionales italianos, en vez del Italiano estándar, un hecho que complicó la traducción correcta del sentido de sus escritos. Algunos de los primeros volúmenes fueron revisados y publicados por San Annibale de Francia (ca. 1927) en su capacidad como confesor y censor diocesano.

Esta actividad se suspendió en el año 1938 cuando tres de sus obras, anotadas por otra persona, fueron ingresadas en el Índice de Libros Prohibidos. El resto de sus escritos fueron tomados bajo la custodia del Santo Oficio (ahora denominado la Congregación para la Doctrina de la Fe), donde se quedaron retirados hasta el año 1994.

En ese año, la Santa Sede autorizó la Causa de Beatificación de Luisa Piccarreta, ahora llamada “Sierva de Dios”, al concederle el nihil obstat. Manteniendo los originales, la Congregación permitió que el Tribunal fotocopiara los escritos para estudios futuros y la producción de una edición crítica, ya en tránsito. Pero, hay otras copias de los escritos. Existen copias que provienen de antes de 1938 y reproducciones y traducciones de las copias del año 1994. Estas últimas no son aprobadas ni tienen el imprimátur del Arzobispo de Trani, quien es el dueño legal de los escritos de Luisa.

Mientras que la Archidiócesis sí ha permitido a algunas editoriales pequeñas acabar su stock de los primeros dos libros (“La Vida de la Santísima Virgen” y “Las Horas de la Pasión”), en el futuro, solamente la Archidiócesis producirá las traducciones autorizadas de los escritos, basados en la edición crítica. El Tribunal no está concediendo ni alentando la publicación ni la promoción de los escritos (a falta de las excepciones ya mencionadas), para no impedir la Causa. (Clarificaciones 7-9, 11, 14; Communique, carta lannuzi)

Tomado de:

forosdelavirgen.org

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