Chadys (Combo) 2 Libros y CD

Agradezco su aportación


Las donaciones son bienvenidas, y de forma segura a través de PayPal.



Translate

Saludos cordiales:

Saludos amigos del blog!!!! Quiero darles la bienvenida a mi humilde aposento cibernético con el cual comparto desde el año 2009 lo que me apasiona en el mundo de las artes, la historiografía, la música, la literatura y la espiritualidad. Y también escritos originales... Pueden accesar a mi música en Spotify, YouTube y a los interesados en mis publicaciones literarias, las pueden adquirir en su librería preferida en Puerto Rico, Amazon, eBay, o escribiéndome. Muchas bendiciones!

Visitas al blog

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Desmond Doss, su valor y su fe.


Ni un fusil. Ni una pistola. Ni siquiera un cuchillo.
Devoto adventista del séptimo día de Lynchburg, Virginia, Doss había hecho un voto que jamás rompería: salvar vidas, nunca quitarlas. Se definía como “cooperador de conciencia”: quería servir a su país, pero se negaba a matar.
Cuando llegó al entrenamiento básico en 1942, sus compañeros pensaron que era un cobarde. Se burlaban de él, lo hostigaban, le tiraban zapatos mientras él rezaba. Uno llegó a prometer que lo mataría en combate. Sus oficiales intentaron expulsarlo por “enfermedad mental”. Intentaron someterlo a un consejo de guerra por negarse a sostener un fusil.
Desmond Doss no se movió un centímetro.
Aun así lo enviaron al Pacífico, sirviendo como sanitario en el 307.º Regimiento de Infantería, 77.ª División de Infantería. En Guam y Filipinas, ganó Estrellas de Bronce por correr bajo el fuego para salvar a hombres heridos. Los soldados que antes lo despreciaban empezaron a respetarlo.
Y entonces llegó Okinawa.
El 5 de mayo de 1945 —un sábado, su día de reposo— al batallón de Doss se le ordenó tomar la Escarpa de Maeda, un acantilado escarpado de unos 120 metros que los estadounidenses llamaban “Hacksaw Ridge”. Los soldados japoneses estaban atrincherados en túneles y cuevas en la cima. Cuando 155 estadounidenses alcanzaron la cumbre, los japoneses abrieron fuego.
El resultado fue una masacre. Aproximadamente 75 hombres cayeron heridos. El resto tuvo que retirarse, bajando a trompicones por las redes de carga.
Los únicos estadounidenses que quedaron arriba fueron los heridos… y Desmond Doss.
Se negó a abandonarlos.
Durante horas, mientras la artillería explotaba a su alrededor y el fuego de ametralladora barría el terreno, Doss se arrastró de un herido a otro. Arrastró a cada uno hasta el borde del acantilado, los aseguró con una cuerda a modo de eslinga y los fue bajando hasta manos que esperaban abajo.
Uno a uno. Bajo fuego. Solo.
Entre cada rescate, repetía la misma oración: “Dios querido, déjame sacar a uno más.”
Esa noche salvó a 75 soldados. Más tarde, el propio Ejército concluyó que quizá no había tiempo para sacar a tantos, pero Doss sostuvo siempre su número.
Pero la historia no termina ahí.
Dos semanas después, el 21 de mayo, Doss estaba atendiendo a heridos durante un ataque nocturno cuando una granada cayó a sus pies. Intentó apartarla de una patada. Explotó, enviando metralla a sus piernas.
En lugar de llamar a otro sanitario —y poner a alguien más en peligro— Doss se vendó como pudo y esperó. Cinco horas. Solo. En la oscuridad. Mientras el fuego enemigo continuaba.
Cuando por fin llegaron los camilleros y empezaron a sacarlo, el grupo quedó atrapado bajo el ataque de un tanque enemigo. En el caos, Doss vio a otro soldado cerca, desangrándose y más grave que él.
Se dejó rodar de la camilla.
Se arrastró hasta el hombre. Le atendió las heridas. Y cedió su camilla para salvarle la vida al otro soldado.
Luego, mientras esperaba a que los camilleros regresaran, un francotirador le destrozó el brazo izquierdo de un disparo.
Lo que hizo Desmond Doss después es una parte que no aparece en la película nominada al Óscar Hasta el último hombre.
Doss tomó la culata de un fusil cercano —el mismo tipo de arma que se había negado a usar durante toda la guerra— y la ató a su brazo roto como férula. Luego se arrastró cientos de metros por terreno áspero, en pleno combate, hasta un puesto de socorro.
Sobrevivió.
El 12 de octubre de 1945, el presidente Harry Truman le colocó la Medalla de Honor a Desmond Doss.
Doss se convirtió en el primer objetor de conciencia de la historia de Estados Unidos en recibir la mayor condecoración militar del país.
Nunca disparó un tiro. Nunca llevó un arma. Salvó a 75 vidas con nada más que sus manos, su botiquín y su fe.
Los hombres que antes lo querían muerto se convirtieron en sus mayores defensores. Su oficial al mando, el capitán Jack Glover —que al principio había intentado sacarlo de la unidad— más tarde lo llamó “una de las personas más valientes que he conocido”.
Después de la guerra, Doss pasó años en hospitales recuperándose de sus heridas. La metralla y las lesiones lo dejaron con secuelas para el resto de su vida. Pero nunca se arrepintió de su servicio.
“Sentí que era un honor servir a mi país según los dictados de mi conciencia”, dijo.
Desmond Doss murió el 23 de marzo de 2006, a los 87 años. Fue enterrado en el Cementerio Nacional de Chattanooga.
Su historia demuestra algo que el mundo necesitaba ver: el mayor valor no está en el arma que llevas, sino en las convicciones que te niegas a abandonar… incluso cuando todos te dicen que estás equivocado.
Algunos héroes entran en la batalla con los rifles ardiendo.
Desmond Doss entró con las manos vacías y el corazón lleno… y se convirtió en el hombre más valiente del campo de batalla.
“Señor, ayúdame a sacar a uno más.”
Y lo hizo. Una y otra vez. Hasta que ya no quedó nadie a quien salvar.

De la red... 

Un cerebro en el corazón.

Durante años creímos que el cerebro llevaba el control absoluto de todo lo que sentimos y decidimos. Pero la ciencia moderna está contando otra historia.
Un estudio llevado a cabo por el Karolinska Institutet y la Universidad de Columbia ha revelado que el corazón no es solo una bomba de sangre: posee su propio sistema nervioso, con miles de neuronas y sensores capaces de detectar cambios físicos y emocionales antes de que el cerebro los procese de forma consciente.
Esta red cardíaca envía señales constantes al cerebro que influyen directamente en el estrés, las emociones y la forma en que reaccionamos ante situaciones importantes. Por eso, muchas veces el cuerpo responde primero… y la mente entiende después.
Aunque el corazón no piensa como un cerebro, sí participa activamente en el equilibrio emocional diario. Comprender esta conexión corazón-cerebro no solo ayuda a reducir la ansiedad, sino también a tomar decisiones más conscientes.
Escuchar al corazón no es solo una metáfora romántica: es biología en acción.

De la red...

 

La prueba Trinity y Barbara Kent.

 

El 16 de julio de 1945, mientras el mundo aún no sabía que la era nuclear estaba a punto de comenzar, un grupo de niñas de trece años acampaba y nadaba tranquilamente en un río cerca de Ruidoso, Nuevo México.
Entre ellas estaba Barbara Kent.
A esa misma hora, a poco más de 300 kilómetros de distancia, el Proyecto Manhattan detonaba la Prueba Trinity, la primera explosión nuclear de la historia. El desierto se iluminó como si fuera de día. La humanidad había cruzado un umbral sin retorno.
Las niñas no lo supieron.
Nadie se lo dijo.
En los días posteriores, jugaron bajo una lluvia fina que caía del cielo. No era lluvia común. Era lluvia radiactiva.
Años después, Barbara comenzó a escuchar noticias inquietantes. Una a una, las chicas con las que había compartido aquel verano enfermaban. Tumores. Cánceres. Muertes prematuras.
Cuando Barbara cumplió treinta años, comprendió algo devastador:
era la única que seguía con vida.
Décadas más tarde, recordaría aquel verano con una frase que hiela la sangre:
“Fui la única superviviente”.
Ella misma desarrolló múltiples enfermedades graves a lo largo de su vida, incluyendo cáncer de endometrio y diversos tipos de cáncer de piel. Vivió más que sus compañeras, pero nunca sin consecuencias.
Lo ocurrido no fue un caso aislado.
Entre 1951 y 1992, Estados Unidos realizó 928 pruebas nucleares en el Sitio de Pruebas de Nevada. Cien de ellas fueron detonaciones atmosféricas. La radiación se desplazó con el viento, alcanzando comunidades enteras que jamás fueron advertidas.
Familias enteras vivieron, trabajaron, filmaron películas y observaron explosiones desde la distancia, sin saber que estaban respirando partículas invisibles que permanecerían en sus cuerpos durante décadas.
Barbara Kent no fue una científica.
No fue una soldado.
No fue parte de ningún experimento.
Era solo una niña nadando en un río.
Y su historia es el recordatorio silencioso de que los grandes avances tecnológicos siempre tienen un costo humano… incluso cuando quienes lo pagan nunca dieron su consentimiento.
La era nuclear comenzó con una explosión.
Pero sus consecuencias siguieron cayendo, lentamente, sobre quienes jamás estuvieron en la sala de control.
 
De la red... 

Fueron 80 soldados a la guerra y regresaron 81.

 


El Ejército que Ganó la Paz: No Dispararon un Solo Tiro, No Tuvieron Bajas y Regresaron a Casa con un Soldado Extra que Desertó para Unirse a Ellos 
En los libros de historia llenos de batallas sangrientas, hay una pequeña anécdota que brilla por su humanidad. Ocurrió en 1866, durante la Guerra Austro-Prusiana.
El pequeño principado de Liechtenstein, como aliado de Austria, estaba obligado a enviar tropas. A regañadientes, reunieron un "ejército" de 80 hombres.
Su misión fue vigilar un paso de montaña alpino lejos de la acción principal. Pasaron semanas allí arriba sin ver un solo enemigo, básicamente disfrutando del paisaje, bebiendo vino y haciendo guardias aburridas.
Cuando la guerra terminó, el pequeño ejército marchó de regreso a casa en Vaduz. Al llegar, hicieron el recuento de tropas y la sorpresa fue mayúscula: habían salido 80 hombres, ¡pero regresaron 81!
Resulta que durante su tiempo en las montañas, se hicieron amigos de un oficial de enlace austriaco (algunas versiones dicen que era un desertor italiano) que se encariñó tanto con el grupo que decidió unirse a ellos y volver a Liechtenstein. Fue la última guerra en la que participó el país, que disolvió su ejército poco después.
 
De la red... 

Los niños polacos de la india.

 En 1942, mientras Europa ardía bajo la Segunda Guerra Mundial, un grupo de niños polacos llegó exhausto a la costa occidental de la India. Eran huérfanos. Habían sobrevivido a los gulags soviéticos, al hambre en Siberia y a la pérdida de sus padres. Habían cruzado medio mundo con una sola esperanza: encontrar un lugar donde vivir.

Las autoridades coloniales británicas dudaron. Hablaron de trámites, de recursos, de tiempos difíciles. Para esos niños, acostumbrados ya a que el mundo les cerrara la puerta, no era nada nuevo.

Entonces, un hombre decidió no mirar hacia otro lado.

Su nombre era Maharaja Jam Saheb Digvijaysinhji Ranjitsinhji Jadeja, gobernante de Nawanagar, en la actual Gujarat. Cuando supo que cientos de niños polacos necesitaban refugio, no pidió permisos ni hizo cálculos políticos. Simplemente dijo: “Tráiganlos”.

Y añadió algo más poderoso todavía: “Si nadie los quiere, yo sí”.

Los niños fueron llevados a Balachadi, cerca de Jamnagar. Allí no encontraron un campo de refugiados, sino un hogar. El maharajá los recibió como a hijos. Les dijo que ya no eran huérfanos, que ahora tenían un padre, y que su infancia no había terminado.

Durante seis años, Balachadi fue una pequeña Polonia en la India. Se enseñaba en polaco. Se comía comida polaca. Se celebraban fiestas polacas. El objetivo no era borrar su pasado, sino proteger su identidad mientras el mundo se desmoronaba.

El maharajá los visitaba, celebraba sus cumpleaños y se interesaba por sus sueños. Les devolvió algo que la guerra les había robado: la sensación de ser queridos.

Muchos de esos niños crecieron y se convirtieron en médicos, maestros, ingenieros y diplomáticos. Nunca olvidaron a la India ni al hombre que los salvó cuando nadie más quiso hacerlo.

Décadas después, Polonia lo honró como a un héroe nacional. En Varsovia existe una plaza con su nombre. Para quienes fueron aquellos niños, Jam Saheb no fue un gobernante extranjero.

Fue su padre.

Esta historia recuerda algo esencial: los imperios fallan, la burocracia duda, pero una sola persona puede elegir la humanidad.

En 1942, un rey indio salvó a 640 niños polacos no por obligación, sino por compasión. Y ese gesto sigue resonando, ochenta años después, como una de las lecciones más profundas del siglo XX.

De la red...

martes, 16 de diciembre de 2025

Urgiendo siempre a continuar... - CP

No considero ser la persona correcta para decirte qué camino tomar. Pero sí espero inspirarte alguna epifanía, improvisar alguna melodía que te inspire, esperarte cual faro que te guíe, o ser alguna lucecita en cola de cucubano alumbrando tu camino cuando estés a oscuras, brindando compañía, urgiendo siempre a continuar. - CP

Alberto Cortez - Camina Siempre Adelante
https://www.youtube.com/watch?v=rkC3HI-8NM8

Cuando le dije a mi padre
que me iba a echar a volar,
que ya tenía mis alas
y abandonaba el hogar.

Se puso serio y me dijo:
""A mí me ha pasado igual,
también me fui de casa
cuando tenía tu edad.""

En cuanto llama la vida
los hijos siempre se van;
te está esperando el camino
y no le gusta esperar.

Camina siempre adelante
tirando bien de la rienda,
mas nunca ofendas a nadie
para que nadie te ofenda.

Camina siempre adelante
y ve marcando tu senda,
cuanto mejor trigo siembres
mejor será la molienda.

No has de confiar en la piedra
con la que te puedas topar,
apártala del camino
por los que vienen detrás.

Cuando te falte un amigo
o un perro con quien hablar,
mira hacia dentro y contigo
has de poder conversar.

Camina siempre adelante
pensando que hay un mañana,
no te permitas perderlo
porque está buena la cama.

Camina siempre adelante
no te derrumbes por nada
y extiende abierta tu mano
para quien quiera escucharla....

Cuando le dije a mi padre
que me iba a echar a volar,
se me nublaron los ojos
y me marché del hogar.

La felicidad...

Vivimos buscando felicidad.
La perseguimos en logros.
En dinero.
En reconocimiento.
Y aun así, muchos corazones siguen vacíos.

Desde un lugar donde pocos esperan escuchar hablar de fe, surge una verdad poderosa.
Arthur Brooks, profesor y científico social, se hizo una pregunta simple pero profunda:
¿Qué hace realmente feliz al ser humano?

La respuesta no fue fama.
No fue poder.
No fue éxito.

Fue algo que Dios ha dicho desde el principio.

La felicidad verdadera se sostiene en cuatro pilares:
fe, familia, amistad y un propósito que sirva a otros.

Nada material.
Nada superficial.
Todo eterno.

Brooks lo dice con claridad:
cuando el ser humano deja de vivir solo para sí mismo y se conecta con algo más grande, el corazón encuentra descanso.
Y para nosotros, ese “algo más grande” tiene nombre: Dios.

Él mismo confiesa que ora no por costumbre, sino por necesidad.
Porque entiende que fuimos creados para depender del Padre.
Para amar.
Para servir.
Para vivir con propósito.

En sus mensajes, recuerda algo que Jesús enseñó hace siglos:
amen incluso cuando no es fácil.
oren.
salgan del ego.
vivan una fe visible, sincera y viva.

La ciencia puede estudiar la mente.
Pero solo Dios sana el alma.

Y hoy, incluso desde la academia, se vuelve a confirmar una verdad eterna:
sin fe, la felicidad se queda incompleta.

Tal vez no es casualidad que estés leyendo esto.
Quizá Dios te está recordando que la plenitud no se busca afuera, sino en Él.
Porque cuando Dios ocupa el centro, todo lo demás encuentra su lugar. 

De la red... 

domingo, 14 de diciembre de 2025

Maximiliano Kolbe y el sacrificio final.

Un sacerdote se ofreció a morir en lugar de un desconocido en Auschwitz.
El hombre al que salvó vivió más de 53 años más y asistió a la canonización de su salvador.
Auschwitz, julio de 1941. Suenan las sirenas. Lista de recuento.
Todos los prisioneros del barracón 14 están firmes. Un hombre ha escapado. La regla nazi es absoluta: por cada fugitivo, diez prisioneros serán ejecutados.
El SS-Hauptsturmführer Karl Fritzsch recorre la fila. Elige. Señala.
«Tú. Tú. Tú.»
Cada hombre seleccionado da un paso al frente, sabiendo lo que viene después.
Búnker del hambre. Sin comida. Sin agua. Muerte lenta.
Entonces Fritzsch señala al prisionero 5659.
Franciszek Gajowniczek.
Tiene 40 años. Sargento del ejército polaco. Arrestado por estar en la resistencia.
Cuando Fritzsch lo señala, Franciszek grita:
«¡Mi esposa! ¡Mis hijos!»
Tiene dos hijos pequeños. Necesitan a su padre. La voz se le quiebra de desesperación.
Los oficiales de las SS se ríen. Ya han escuchado esto antes. Rogar no sirve de nada.
Entonces otro prisionero da un paso al frente.
Prisionero 16670.
Un hombre mayor. Delgado. Con gafas. Lleva el uniforme a rayas como todos los demás.
Se quita la gorra—un gesto de respeto al dirigirse a un oficial de las SS—y dice, con calma:
«Soy sacerdote católico. Soy viejo. No tengo esposa ni hijos. Quiero morir en lugar de este hombre.»
Los oficiales de las SS se quedan paralizados.
En Auschwitz, los prisioneros se pelean por migas de pan. Se traicionan para sobrevivir. Nadie se ofrece a morir por otra persona.
Fritzsch mira fijamente al prisionero 16670. «¿Quién eres?»
«Soy sacerdote católico.»
Una larga pausa. Luego Fritzsch toma su decisión:
«Solicitud aceptada.»
El prisionero 16670—el padre Maximiliano Kolbe—pasa a la fila de los condenados.
Franciszek Gajowniczek retrocede con los demás. Vivo. Por ahora.
¿Quién fue Maximiliano Kolbe?
Nació en 1894 en Polonia. Se hizo franciscano a los 20 años. Estudió en Roma.
Pero el padre Kolbe no era un sacerdote de monasterio tranquilo. Era un activista.
En las décadas de 1920 y 1930 fundó una enorme obra editorial católica—Niepokalanów (la «Ciudad de la Inmaculada»)—uno de los mayores centros de publicaciones religiosas del mundo.
Periódicos. Revistas. Radio. Llegando a millones de católicos polacos.
Cuando los nazis invadieron Polonia en 1939, Kolbe se negó a dejar de publicar.
Imprimió materiales contra el nazismo. Ocultó a refugiados judíos en su monasterio. Siguió predicando incluso cuando estaba prohibido.
En febrero de 1941, la Gestapo lo arrestó.
En mayo de 1941 fue enviado a Auschwitz. Prisionero número 16670.
En Auschwitz, Kolbe siguió ayudando a la gente.
Trabajaba en la enfermería del campo. Colaba comida extra para los prisioneros hambrientos. Escuchaba confesiones (estrictamente prohibido). Ofrecía consuelo.
Por cada acto de bondad, lo golpeaban. Pero nunca se detuvo.
«El odio destruye», decía a los demás prisioneros. «Solo el amor construye.»
Ahora, en julio de 1941, estaba llevando esa creencia a la prueba máxima.
Los diez hombres condenados—incluido el padre Kolbe—fueron desnudados y encerrados en un búnker subterráneo para morir de hambre.
Sin comida. Sin agua. Sin luz. Solo paredes de concreto y la muerte acercándose lentamente.
La mayoría de los prisioneros en los búnkeres del hambre morían en pocos días—gritando, peleando por beber orina, perdiendo la razón.
Pero los testigos—incluido el guardia del búnker, Bruno Borgowiec—dijeron que la celda 18 fue diferente.
Escuchaban cantos. Oraciones. La voz del padre Kolbe guiando a los demás en los himnos.
«Rezaban en voz alta», testificó después Borgowiec. «El padre Kolbe sostenía a los otros, rezando en voz alta.»
Tras una semana, la mitad de los hombres estaban muertos.
El padre Kolbe seguía consciente. Seguía rezando. Seguía consolando a los moribundos.
Después de dos semanas, solo cuatro hombres seguían vivos—incluido Kolbe.
Las SS necesitaban el búnker para nuevos prisioneros.
El 14 de agosto de 1941 enviaron a un sanitario del campo para terminar el trabajo. Inyecciones letales de fenol directamente en el corazón.
El padre Kolbe seguía consciente. Extendió el brazo con calma para la inyección.
El sanitario testificó después: «Estaba tranquilo. Me miró a los ojos. Rezaba.»
El padre Maximiliano Kolbe murió el 14 de agosto de 1941. Tenía 47 años.
Llevaba en Auschwitz unos tres meses.
Se ofreció a morir en lugar de otro tras estar allí apenas dos.
Mientras tanto, Franciszek Gajowniczek—prisionero 5659—sobrevivió.
Sobrevivió a Auschwitz. Sobrevivió al campo de concentración de Sachsenhausen (fue trasladado en 1944). Sobrevivió a las marchas de la muerte mientras los nazis huían del avance soviético.
En la primavera de 1945, Franciszek Gajowniczek fue liberado.
Regresó a Polonia. A su esposa. Y allí supo que sus dos hijos habían muerto durante la guerra.
Durante más de 53 años, vivió la vida que el padre Kolbe le había regalado.
Cada año, alrededor del 14 de agosto, Franciszek visitaba el santuario del padre Kolbe.
Se quedaba allí—ese anciano encorvado por los años—y siempre repetía lo mismo:
«Él murió por mí. Yo viví gracias a él. Cada día que he tenido desde 1941 es un regalo que él me dio.»
En 1971, el papa Pablo VI beatificó al padre Kolbe.
Franciszek asistió a la ceremonia en Roma. Tenía 70 años.
En 1982, el papa Juan Pablo II canonizó a Kolbe como santo.
Franciszek también estuvo en esa ceremonia. Tenía 81 años.
Esta vez, el Papa—él mismo polaco, él mismo superviviente de la ocupación nazi—abrazó a Franciszek en público.
El hombre al que Kolbe salvó estaba allí para ver cómo su salvador se convertía en santo.
Franciszek Gajowniczek murió en 1995, a los 93 años.
Había vivido más de 53 años después de Auschwitz.
Había visto a nuevas generaciones crecer en su familia.
Había visto a Polonia liberarse de la ocupación nazi. Luego de la ocupación soviética. Y, por fin, ser libre.
Había visto al padre Kolbe ser reconocido como santo—mártir de la caridad.
En el funeral de Franciszek, su nieto dijo:
«Cada persona aquí existe gracias al padre Kolbe. Nuestro abuelo, nuestro padre, nosotros—estamos vivos porque un sacerdote al que nunca conocimos decidió morir por un desconocido.»
Esto es lo que hace diferente el sacrificio del padre Kolbe:
La gente muere por su familia. Es lo esperado. Es instinto.
La gente muere por sus amigos. Es lealtad. Es amor.
El padre Kolbe murió por un completo desconocido.
No conocía a Franciszek Gajowniczek. Nunca habían hablado. No eran amigos. No eran parientes.
Simplemente oyó a un hombre gritar por su esposa y sus hijos.
Y decidió: ese hombre merece vivir más que yo.
En Auschwitz—donde sobrevivir significaba robar pan a los moribundos, donde los prisioneros se traicionaban por una ración extra, donde la humanidad era destruida de forma sistemática—
el padre Kolbe se ofreció a morir por un desconocido.
Por eso importa su historia.
No solo porque fue valiente (aunque lo fue).
No solo porque fue santo (aunque lo fue).
Sino porque demostró que incluso en el infierno, los humanos pueden elegir el amor por encima de la supervivencia.
Los nazis diseñaron Auschwitz para destruir la dignidad humana.
Para demostrar que, bajo suficiente presión, todos se vuelven animales. Todos traicionan. Todos se rompen.
El padre Kolbe les demostró que estaban equivocados.
Eligió la dignidad. Eligió el sacrificio. Eligió el amor.
Y gracias a esa elección, Franciszek Gajowniczek vivió más de 53 años más.
Tuvo nietos.
Asistió a la canonización de su salvador.
Contó esta historia miles de veces.
Padre Maximiliano Kolbe: Nació el 8 de enero de 1894. Murió el 14 de agosto de 1941.
Sacerdote polaco. Publicó materiales contra el nazismo. Arrestado en febrero de 1941. Prisionero 16670 en Auschwitz.
Julio de 1941: se ofreció a morir en lugar de Franciszek Gajowniczek.
Ayunó hasta la extenuación durante dos semanas. Fue asesinado con una inyección de fenol el 14 de agosto.
Beatificado en 1971. Canonizado en 1982. Mártir de la caridad.
Franciszek Gajowniczek: Nació en 1901. Murió en 1995.
El hombre al que el padre Kolbe salvó.
Vivió más de 53 años más. Dio testimonio de esa historia por todo el mundo.
Asistió a la beatificación (1971) y a la canonización (1982) de Kolbe.
Pasó su vida repitiendo: «Él murió por mí.»
Durante años, cada 14 de agosto, Franciszek visitaba el santuario de Kolbe.
Y decía: «Gracias.»
Esa es la historia.
No un abstracto «el amor triunfa».
Sino: un sacerdote murió para que un desconocido pudiera vivir más de 53 años.
Y ese desconocido nunca lo olvidó.
Nunca dejó de estar agradecido.
Nunca dejó de contar lo que ocurrió en la celda 18.
El padre Kolbe murió el 14 de agosto de 1941.
Franciszek vivió hasta el 13 de marzo de 1995.
Más de 53 años.
Cada uno de ellos, un regalo de un hombre al que casi no conocía.
Que lo oyó gritar por su familia.
Y dijo: «Moriré yo en su lugar.»
Eso es amor.
No como metáfora.
Como acción.
Recuerda al padre Maximiliano Kolbe.
Recuerda a Franciszek Gajowniczek.
Recuerda la celda 18.
Donde un hombre eligió morir.
Para que otro pudiera vivir.
Y, décadas después, asistir a la canonización de su salvador.
Ese es el milagro.
 
De la red...

 

La estirpe de "Pata Seca".

En el Brasil del siglo XIX, existió un hombre cuyo destino fue diseñado cruelmente por la codicia de sus dueños. Durante más de un siglo, la historia oficial intentó borrar su nombre, pero su sangre era demasiado fuerte para desaparecer y hoy corre por las venas de casi el 30% de la población de un pequeño pueblo en Brasil.
Su nombre era Roque José Florêncio, aunque los dueños de la tierra lo llamaban "Pata Seca". Con una estatura descomunal de 2,18 metros y una genética privilegiada, Roque fue comprado en una feria de Sorocaba, pero su destino no era ser enviado a los campos de café como los demás, fue ser utilizado como una "herramienta biológica".
Guiados por la codicia y falsas creencias genéticas de la época, los hacendados creían que un hombre de su tamaño engendraría la mano de obra perfecta. Así, fue forzado a engendrar hijos para multiplicar el capital humano de la granja, y de esa forma no gastarían mas dinero comprando mano de obra.
Según los registros históricos y la memoria familiar, esta explotación resultó en más de 200 hijos, niños que él vio nacer bajo el yugo de la propiedad ajena. Pero Roque no era solo una estadística, era un sobreviviente. Cuando la esclavitud terminó oficialmente en 1888, él no desapareció. Recibió un pedazo de tierra, se casó con una mujer libre llamada Palmira y construyó una vida desde cero. Su resistencia fue tal que desafió todo pronóstico médico, según cuentan, su certificado de defunción oficial registra que falleció en 1958, a la asombrosa edad de 130 años.
Basado en: Archivos de la Fazenda Santa Eudóxia y Certificado de Defunción oficial (Cartório de Santa Eudóxia, 1958). Contenido informativo e histórico.
 
De la red... 

Resisitir - Marie Durand

 38 AÑOS EN UNA CELDA… Y UNA SOLA PALABRA QUE NO BORRARON JAMÁS

La historia real de MARIE DURAND, mártir hugonota.

(Fuentes: archivos de la Torre de Constance, registros reales franceses, John Foxe, historiadores hugonotes)

Tenía 19 años.

No predicaba. No escribía libros. No lideraba iglesias.

Su “crimen” fue uno solo:

Ser protestante reformada en la Francia católica del siglo XVIII.

En 1730, soldados irrumpieron en su casa. Su padre ya había muerto en prisión por la misma fe. Su hermano estaba escondido.

A Marie la encadenaron… y la llevaron a la Torre de Constance, una prisión húmeda, circular, sin ventanas, a orillas del Mediterráneo.

Allí entró una joven.

Saldría… una anciana.

La torre no tenía camas. Dormían en el suelo. Comían pan duro. El agua estaba contaminada. Las enfermedades eran constantes.

Las mujeres gritaban por la noche.
Algunas enloquecían. Otras se suicidaban.

Y cada cierto tiempo, el carcelero les hacía la misma oferta:

“Renuncia a tu fe. Di que vuelves a la Iglesia de Roma… y sales libre hoy mismo.”

Marie podía haber salido el primer día. Solo tenía que decir una frase…Nunca la dijo.

Años se convirtieron en décadas.

Marie vio morir a amigas en sus brazos.
Vio cuerpos arrastrados fuera.
Vio cómo el tiempo borraba rostros…
pero no borró su fe.

En una piedra del suelo de la celda, alguien grabó una palabra.

Marie la repasaba con el dedo una y otra vez, como quien toca una promesa:

“RÉSISTER”
(Resistir)

Esa palabra sigue ahí hoy. Tallada en la piedra. No es leyenda. Es historia visible.

En 1768, tras 38 años de encierro, el rey ordenó su liberación.

Marie salió encorvada. Con el cabello blanco. Con el cuerpo roto.

Un testigo escribió:

“Había pasado más tiempo en prisión que muchos hombres en libertad.”

¿Sabes qué hizo al salir?

No habló de venganza. No habló de odio. No habló de Roma.

Dijo esto:

“Dios me sostuvo. Y volvería a hacerlo todo otra vez.”

Murió dos años después… libre.

Pero su fe nunca estuvo encarcelada.

Hoy muchos abandonan la fe por presión social. Por burlas. Por comodidad.

Marie Durand pasó 38 años encerrada y nunca negó a Cristo.

No por valentía humana. Sino porque Dios fue más real que sus cadenas.

Hay palabras que el mundo puede borrar. Hay nombres que el tiempo olvida. Pero hay una palabra
que sigue grabada en piedra y en el cielo:

RESISTIR.

 De la red... 

Albert Sabin y la vacuna contra el polio.

Entre 1959 y 1961, millones de niños en los países del Este, Asia y Europa fueron vacunados. La vacuna contra la poliomielitis de Sabin fue autorizada en Italia en 1963, obligatoria en 1966, erradicando así la enfermedad en el país.
Debido a que Sabin no patentó su vacuna, los países pobres pudieron producirla localmente sin pagar regalías astronómicas. Esto significó que niños en África, Asia, América Latina y Europa del Este tuvieron acceso a protección contra la polio, algo que habría sido imposible si la vacuna hubiera estado bajo patente cara.
Se estima que Sabin renunció a aproximadamente $7 mil millones de dólares en regalías potenciales durante su vida. Dinero que fácilmente podría haber sido suyo. Dinero que habría hecho de él uno de los hombres más ricos del planeta.
En cambio, vivió modestamente. Continuó investigando. Siguió trabajando para mejorar la salud pública. Y nunca se arrepintió de su decisión.
Cuando le preguntaron por qué lo hizo, Sabin respondió simplemente: "¿De quién es el sol? ¿De quién es el aire? La vacuna es para la humanidad."
Gracias a Albert Sabin y su generosidad:
Hoy, la poliomielitis está al borde de la erradicación global. De los miles de casos anuales que ocurrían en el siglo XX, ahora quedan solo unos pocos casos aislados en regiones muy específicas del mundo.
En un mundo donde las patentes farmacéuticas a menudo significan que medicamentos salvavidas son inaccesibles para los pobres, Albert Sabin nos recordó que la medicina, en su esencia más pura, no es un negocio. Es un regalo de la humanidad para la humanidad.
Albert Sabin murió en 1993 a los 86 años. No dejó una fortuna. Dejó algo infinitamente más valioso: millones de vidas salvadas y un ejemplo de lo que significa ser verdaderamente humano.
"Este es mi regalo para todos los niños del mundo."

De la red...

 

Rachel Carson vs. DDT

Hay una escena histórica de la década de 1950 de unos niños corriendo felices detrás de camiones que fumigaban una niebla blanca por los barrios residenciales de Estados Unidos, mientras jugaban en la calle envueltos en aquella niebla blanca.
Aquel humo blanco era el DDT que se vendía en ese entonces como el "milagro de Dios", un químico supuestamente inofensivo para los humanos que prometía acabar con todas las plagas del mundo. Así, hay varias imágenes de aquella época de como se rociaba por las calles mientras la gente seguía normal con su vida sin saber realmente el peligro que estaban corriendo tras aquel humo.
Pero la historia cambió cuando Rachel Carson, una bióloga marina que trabajaba para el gobierno, recibió una carta que transformó su vida. Una amiga le contaba cómo, tras el paso de los camiones fumigadores, los pájaros de su jardín caían al suelo revolcándose. Rachel decidió investigar por su cuenta y lo que descubrió fue terrorífico, y es que el humo no desaparecía, se concentraba como veneno con el tiempo.
Ella documentó científicamente cómo el DDT entraba en el agua y el suelo para ser absorbido por los insectos, estos luego eran comidos por peces y pájaros, acumulando el tóxico en concentraciones cada vez más letales hasta llegar al ser humano. Descubrió además que el químico debilitaba la cáscara de los huevos de las aves, impidiendo que nacieran las crías. La naturaleza no se estaba simplemente acabando; estaba siendo esterilizada.
Cuando anunció que publicaría sus hallazgos en el libro "Primavera Silenciosa", la industria química, liderada por gigantes de aquel entonces, entró en pánico. No era solo una cuestión de imagen, era un negocio multimillonario en riesgo por aquella mujer. Intentaron detener la publicación amenazando con demandas a las editoriales y lanzaron una campaña para destruirla personalmente.
Como no podían refutar sus datos, atacaron a la mujer diciendo que era una solterona amargada y una "histérica" que quería que los insectos dominaran la tierra.
Rachel tuvo que defenderse ante el Congreso y las cámaras de televisión en el momento más débil de su vida. Lo que nadie sabía era que, mientras los ejecutivos la insultaban, ella escondía bajo su peluca las quemaduras de la radiación y aguantaba el dolor de un cáncer de mama que ya había llegado a sus huesos. Sabía que si mostraba debilidad, la industria ganaría. Así que se mantuvo firme, habló con una calma devastadora y presentó pruebas irrefutables de que el hombre estaba envenenando su propio futuro.
Rachel Carson falleció en 1964, apenas dos años después de publicar su libro, pero su sacrificio no fue en vano. Su valentía obligó al gobierno a investigar, lo que llevó a la prohibición del DDT y al nacimiento de la Agencia de Protección Ambiental.
Para esta historia me base en la investigación de "Silent Spring" (1962) y archivos del Comité Asesor Científico del Presidente Kennedy (1963). El contenido tiene fines históricos y educativos
 
De la red... 

jueves, 11 de diciembre de 2025

Thomas Midgley Jr. - "El organismo más destructivo de la historia de la Tierra".

 

El hombre que intentó salvar al mundo dos veces, pero terminó convirtiéndose en el "organismo más destructivo de la historia de la Tierra".
Thomas Midgley Jr. nunca quiso ser un villano; de hecho, dedicó su vida a hacer el mundo más eficiente. Ingeniero brillante, amante de la poesía y con más de 170 patentes, solo quería resolver problemas cotidianos. Sin embargo, terminó causando más daño a la atmósfera terrestre que cualquier guerra, volcán o industria combinada.
Su primera "solución" llegó en 1921. Los motores de los autos de la época sufrían de un golpeteo molesto y Midgley descubrió que añadir tetraetilo de plomo a la gasolina eliminaba el ruido y aumentaba la potencia. Aunque él mismo sufrió envenenamiento por plomo durante sus experimentos, la industria automotriz adoptó su invento como un milagro.
Durante décadas, toneladas de partículas de plomo fueron expulsadas al aire, envenenando el desarrollo cerebral de millones de niños en todo el planeta.
​No contento con eso, en 1928 quiso mejorar la refrigeración.
Los refrigeradores usaban gases tóxicos que a veces mataban a las familias mientras dormían, así que Midgley inventó una alternativa segura y no inflamable: los clorofluorocarbonos, o CFCs (Freón). Parecía perfecto, hasta que años después descubrimos que estos gases flotaban hacia la estratosfera y devoraban la capa de ozono, dejándonos expuestos a la radiación solar mortal.
La ironía final de su vida parece escrita por un guionista cruel. A los 51 años, Midgley contrajo polio y quedó paralizado. Usando su ingenio, diseñó un complejo sistema de cuerdas y poleas para poder levantarse de la cama sin ayuda. El 2 de noviembre de 1944, fue hallado muerto, estrangulado por las cuerdas de su propia invención.
El hombre que asfixió al planeta murió asfixiado por su propia máquina, dejándonos una lección eterna: tener buenas intenciones no es lo mismo que tener razón.
Este post fue realizado a partir de McNeill, J. R. - "Something New Under the Sun: An Environmental History of the Twentieth-Century World". Este contenido es informativo y educativo. Elaborado por Universo Sorprendente.

martes, 9 de diciembre de 2025

Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros.

 


Un error que se acostumbra a cometer al hablar de la piratería de los siglos XVI, XVII y XVIII, es poner en el mismo saco a, por ejemplo, Sir Francis Drake y Edward Teach Barbanegra. ¿Qué hubiera pensado el primero, un noble marino leal siervo de la reina Isabel I de Inglaterra, al saber que lo comparaban con el segundo, un sanguinario delincuente del mar? Seguramente, no le hubiera gustado para nada. Esta equivocación tan común proviene de la confusión de términos para designar actos delictivos en el mar, ya que, habitualmente, los términos pirata, corsario, bucanero y filibustero, se utilizan casi como sinónimos. Primero de todo, debemos tener en cuenta que estas cuatro palabras solo se pueden contextualizar a la vez en la historia marítima de América, sobre todo, del Caribe, ya que la piratería del Mediterráneo o del Mar de la China se regía por otros actores. Si bien existían piratas y corsarios, los bucaneros y los filibusteros eran exclusivos de la América Central. A pesar de que estos hombres y muchos de sus contemporáneos, así como los actos que cometieron, se agrupan bajo el gran paraguas que es el término piratería —por ser todos ellos actos de bandolerismo y pillaje a bordo de un navío—, existen diferencias suficientemente significativas entre ellos como para poder distinguirlos.
 
PIRATAS.
Los piratas —cuyo vocablo procede la palabra griega peirates, que no es otra cosa que un aventurero del mar—, son tan antiguos como la navegación. Sin embargo, durante los siglos XVII y XVIII vivieron su época dorada, atacando libremente navíos e instalaciones de las coronas portuguesa y española. Estos ataques, a pesar de que se centraban en las posesiones de estas dos potencias europeas, no tenían detrás un significado nacional, ya que los piratas, procedieran de dónde procedieran, atacaban indiferentemente a cualquier navío que les pudiera dar beneficios en forma de riquezas de todo tipo. Los ejemplos más claros de piratas fueron Edward Teach Barbanegra, Calico Jack Rackham y Bartholomew Roberts Black Bart.
 
CORSARIOS.
Por otro lado, ya desde mucho antes de su aparición en el caribe, existieron los corsarios, para unos delincuentes y para otros héroes nacionales. Los hombres y navíos que eran denominados corsarios, viajaban bajo la protección de una patente de corso —palabra procedente del latín cursus, carrera—, un documento en el que un rey les daba autorización a atacar barcos y enclaves de las potencias enemigas. En este sentido, fue muy habitual, en una América Colonial dominada por castellanos y portugueses, que las coronas de Francia, Inglaterra y Holanda autorizasen a diversos barcos y capitanes atacar las posesiones de las potencias peninsulares. Además de reportar beneficios, se entorpecían las actividades comerciales de los enemigos. Fueron corsarios hombres como Sir Francis Drake, Walter Raleigh o Henry Morgan.
 
FILIBUSTEROS
El origen de esta palabra es muy confusa, hay autores que defienden que proviene de la palabra holandesa vrij buiter —el que captura el botín libremente—, traducida al inglés como free booter y al francés como flibustier. Para otros, en cambio, procede del vocablo holandés vrie boot, que se traduce al inglés como fly boat o embarcación ligera, describiendo el tipo de naves utilizados para cometer sus ataques. Estos hombres, que al principio actuaron por libre atacando naves pequeñas sin alejarse demasiado de la costa, fueron los primeros en convertir la piratería en algo más que un delito, llegando a crear una sociedad filibustera en las costas de Santo Domingo y la Tortuga, llamada la Hermandad de la Costa. Sin embargo, con el paso del tiempo, los gobiernos europeos vieron una utilidad en los filibusteros, y acogieron a muchos para que centrasen sus ataques sobre los territorios enemigos de sus patrocinadores, convirtiéndose en un punto medio entre el pirata y el corsario, pudiendo hablar de piratas domesticados. Seguramente, uno de los filibusteros más conocidos fue Jean David Nau, más conocido como François l’Olonnais, que se convirtió en el terror del Caribe durante casi veinte años.
 
BUCANEROS
Estos hombres, cuyo origen es exclusivamente caribeño, en un principio eran cazadores de reses y cerdos salvajes de las islas. Su nombre viene del procedimiento, de origen indígena, que utilizaban para asar y ahumar la carne, llamado boucan. Esta carne era vendida en la costa a los navíos que ahí recalaban. Al ser perseguidos por las autoridades coloniales en Santo Domingo, principal enclave bucanero, muchos de ellos abandonaron su oficio para convertirse en piratas, como dijo Gosse «de matarifes de reses, se convirtieron en carniceros de hombres«. Tanto por el tipo de ataques, cercanos a la costa, como por su proximidad cronológica y geográfica, muchos bucaneros se fusionaron con los filibusteros, formando las primeras tripulaciones cuyo único fin eran los actos de piratería, llegando a formar parte, también de la Hermandad de la Costa.
 
Eso sí, no eran "gremios" fijos o excluyentes. De hecho, muchos cambiaban según convenía: un bucanero que se convierte en filibustero, un pirata que firma con un rey y pasa a corsario, un filibustero que se sacude el corsé y vuelve al pillaje libre… En la práctica, había una alta tasa de permeabilidad entre los diferentes grupos de bandoleros marinos. Con todo, lo cierto es que los piratas fueron los que sobrevivieron —literaria y culturalmente— a la posteridad. Estos personajes, a pesar de ser delincuentes, rufianes y peligrosos, pasaron de ser diablos a convertirse en héroes románticos, que si bien podían robar y matar, lo hacían para defender su vida en libertad, lejos de los dominios de los grandes monarcas europeos.
 
De la red... 

domingo, 7 de diciembre de 2025

Isabella Bird

El dolor de espalda de Isabella Bird era tan agudo que los médicos victorianos la sentenciaron a una vida confinada en cama. Durante sus primeros 40 años, parecía que tenían razón. En su casa de Inglaterra, su columna "se negaba" a sostenerla. Era una inválida atrapada en la sofocante comodidad de la clase media.
Pero Isabella no estaba enferma del cuerpo; estaba enferma de encierro. Su mente era grande, pero su jaula era pequeña.
Como último recurso, un médico le recetó algo inusual en 1854, una solución simple, pero grandiosa y fue viajar. No como cura, sino como distracción. Y ahí ocurrió el milagro médico que nadie pudo explicar.
En el momento en que Isabella subía a un barco o montaba un caballo, sus síntomas desaparecían. La mujer que no podía estar de pie en su sala, de repente era capaz de cabalgar 800 millas por las Montañas Rocosas de Colorado, escalar volcanes en Hawái y atravesar desiertos en Persia.
A los 40 años, cuando la sociedad esperaba que fuera una "solterona invisible", Isabella se volvió imparable. En las Montañas Rocosas, conoció a forajidos, durmió bajo la nieve y se fabricó su propio traje para montar a caballo como un hombre, desafiando todas las normas de la época.
Su "medicina" era la libertad.
En 1892, se convirtió en la primera mujer aceptada en la prestigiosa Royal Geographical Society de Londres. Los hombres poderosos de la época, como Lord Curzon, la llamaron "un horror", temerosos de una mujer que no necesitaba protección.
Isabella Bird demostró que la supuesta "fragilidad femenina" de la época no era biológica, sino social. Murió en 1904, después de una vida de aventuras, demostrando que a veces, lo único que necesitamos para sanar es que nos dejen ser libres.
Para hacer esta historia, me base en la fuente de Royal Geographical Society de Londres. El contenido es educativo e histórico.

De la red...

Breve descripción de Jesús - Publius Lentutius (Gobernador de Judea)


Hermosa descripción de alguien que lo conoció...
…..¿Cuál era el aspecto de Jesús ?......
Este artículo se publicó en el diario El Comercio de Lima en abril de 1941 ;
Poco antes de que estallara la guerra de 1914, se descubrió en Roma, en la biblioteca de los Padres Lazaristas, un pergamino antiquísimo, cuyo contenido habría arrebatado la sorpresa del mundo, si esto no lo hubiera impedido el estallido de la gran guerra mundial.
Hasta hoy la autoridad histórica de este documento ha quedado intacta. En él posee el mundo un testimonio auténtico de inmenso valor histórico sobre Jesús, su figura y personalidad exterior.
Se trata de una carta escrita por Publius Lentutius, antecesor de Poncio Pilato, en su calidad de Gobernador de Judea, carta dirigida al Emperador Romano, y que trata de Jesucristo.
El documento está escrito en latín y data del tiempo en que apareció Jesucristo como predicador del pueblo.
A continuación damos la traducción de este documento al castellano:

 El Gobernador de Judea, Publius Lentutius, al Emperador Romano.
Supe,! Oh Cesar! Que tu deseas saber algo respecto al hombre virtuoso que se llama Jesucristo y a quien el pueblo considera como profeta y como Dios y de quien dicen sus discípulos que es el Hijo de Dios, Creador del cielo y de la tierra.
En realidad, ¡Oh, Cesar! Se oyen diariamente cosas maravillosas. Por decirlo brevemente, él hace resucitar a los muertos y sana a los enfermos es hombre de mediana estatura de un aspecto benigno, de grandísima dignidad, lo cual se manifiesta en su rostro, de una manera que, al considerarlo, uno infaliblemente siente la necesidad de amarlo y temerlo.
Su pelo largo hasta las orejas tiene el color de nueces maduras y desde allí cayendo sobre las espaldas es de un color brillante y dorado. En la mitad de la cabeza está dividido según usan los nazarenos. La frente lis y la cara sin arrugas, ni manchas. La barba, igual al pelo de la cabeza, en color, esta crespa y, sin ser larga se divide en el medio. La mirada seria posee la virtud de un rayo solar. Nadie le puede mirar fijo en los ojos.
Cuando habla amonestando inspira temor, pero apenas acaba de reprender esta como llorando. A pesar de ser severo, está muy afable y amable. Se dice que nadie le ha visto reír, pero si llorar. Todos encuentran su conversación afable y agradable. Pocas veces aparece en público, y cuando aparece se le ve muy modesto. Él tiene una presentación muy noble. Él es hermoso. Por lo demás, su madre es la mujer más hermosa que jamás se ha visto en estas regiones.
¡Oh, Cesar! Si tu deseas verlo como me has escrito una vez, hazme saberlo y te lo enviaré enseguida. El no hizo nunca estudios; no obstante, él sabe todas las ciencias. El anda descalzo y con la cabeza descubierta. Muchos al verlo de lejos se ríen; pero apenas se acercan tiemblan y lo admiran. Dicen que jamás se ha visto en estas tierras un hombre como El.
Los hebreos aseguran que jamás se ha oído una doctrina como la suya. Muchos dicen que Él es Dios; otros que él es enemigo de Cesar.
Los malos hebreos le molestan mucho. Pero de Jesús se dice que nunca ha dejado descontento a alguno; más bien su intento es de dejar contentos a todos.
En todo caso, ¡Oh, Cesar!, yo cumpliré cualquier orden que tú me mandes respecto a Él.
En Jerusalén, indico (sic) 7 del undécimo mes.

Publius Lentutios.
Gobernador de Judea

De la red...