No existe manera indolora de aprender a dejar ir. La única es aprender a lidiar con el sentimiento de pérdida, enfrentarlo. Una vez el ser humano se familiariza con la pérdida, sabe que mientras más rápido asuma la situación, concientice sobre la misma, más pronto pasará el dolor, y aprenderá a vivir prescindiendo de lo perdido o de lo que no tiene control. El no preocuparse en el proceso de dejar ir se vuelve necesario. El pre-ocuparse, es una pérdida de tiempo. Y el tiempo a veces suele dar soluciones maravillosas a esas situaciones que no están en nuestro control y de las cuales nos aferramos.
El ser humano debe ocuparse cuando es menester, pero cuando uno no puede hacer algo por resolver alguna situación, preocuparse es un derroche de energía, tiempo y pensamiento, entonces se vuelve necesario dejar ir. Dejar ir es una habilidad que se desarrolla con la experiencia de la pérdida. A unos le toma más tiempo y a otros menos, pero el recuperarse pronto mayormente ocurre cuando el ser humano ha perdido mucho, y sabe cómo trabajar su proceso. También debemos aprender a confiar, confiar que la vida hallará su manera de poner las cosas en su lugar, o que brindará la idea, la solución para eso que no sueltas. Las soluciones siempre están, solo que a veces necesitan tiempo para manifestarse físicamente o a modo de idea, inspiración.
En conclusión, dejar ir requiere experiencia, y para desarrollar esta capacidad, los mejores maestros son la vida y la consciencia. Que el individuo cree consciencia de su proceso, deje ir, y se despida con amor de aquello que ya no será, que ya no estará, o que continúa sin resolver.
* En esta reflexión no me refiero a personas, me refiero a situaciones y apegos específicamente.
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