miércoles, 15 de enero de 2014

Desde mi propia transparencia.

Gran parte de las veces que busco a Cristo en el Templo la frialdad y la hipocresía de algunos feligreses me lo esconde. Entonces algo frustrado salgo a la calle, y sin buscarlo me lo encuentro en los momentos menos previstos. Lo encuentro en el amigo ateo, en el hermano gay, en el ex alumno que me recuerda con amor, en el pana en la cancha, en la bohemia, en el pub escuchando buen rock, en la amiga que busca ansiosa remendar soledades.

Las únicas dos características que todos estos amigos tienen que les hace reflejar a Cristo ante mis ojos es que son genuinos y sencillos. Encuentro a un Cristo hambriento de amor y a su vez regalando amor. Sencillo, genuino, aprendo a encontrar a Cristo... A veces incluso cuando miro al espejo, me lo encuentro oculto entre mis propias facciones. Es entonces cuando  medito mis conceptos y decido sencillamente ser, a aparentar ser, y vuelvo a los altares... ignorando las frialdades e intereses de algunos, porque de todas maneras siguen siendo míos, así como yo sigo siendo suyo. Solo que esta vez me aseguro de buscar encontrarme la mayor cantidad de veces con Cristo, desde la sencillez, la genuidad. Desde mi propia transparencia.  


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