El exito pertenece a Dios, y Dios en su magnificencia lo comparte con el hombre. Como el éxito proviene de Dios, se va desarrollando en el ser humano poco a poco. Comienza disfrazado de lecciones, supuestos fracasos y decepciones, los cuales preparan a la futura persona exitosa a recibir la bendición en su momento predestinado. Lo único que le toca hacer a ese ser exitoso es continuar. Si cae, levantarse, si llora, secarse las lágrimas, si desconoce, educarse, desarrollarse contínuamente. El éxito siempre acompañó a la persona exitosa, solo que siempre estuvo "disfrazado". El problema es que el éxito de Dios solamente se manifiesta cuando la persona se encuentra preparada para enfrentar las consecuencias y compromisos que éste trae consigo. Cuando el ser humano está listo, el éxito se manifiesta inevitablemente.
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