En las relaciones humanas, cuando no hay nada bueno que decir o aportar, lo mejor es callar, brindar tiempo al tiempo, y seguir caminando en paz con uno mismo, desarrollando siempre esa felicidad que solo puede hallarse en los adentros, donde uno se encuentra y renueva en armonía con Dios primero, y luego con los demás, buscando siempre armonizar en este rompecabezas que llamamos vida. Al final; las verdaderas amistades y el verdadero amor siempre volverán, y aunque parezca que se fueron, jamas lo hicieron, porque lo único que define tales virtudes es la incondicionalidad, esa misma que hace que uno les haga un espacio gigante, en tan pequeño corazón.
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